Capítulo 1

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¡Mierda! Murmuré, cuando golpee mi dedo chiquito del pie con la mesita ratona, que estaba colocada, apenas entrabas a mi pequeño departamento. Lo había decorado con esfuerzo, simulaba ser un hogar bastante cálido, encendí la luz para ver mejor por donde pasaba.

La verdad, hoy era uno de esos días, donde cada paso que das es un desastre.

No veía la hora de llegar a mi casa, despojarme de los malditos tacos, sacarme la camisa que estaba demasiado malditamente apretada y ponerme un maldito pantalón cómodo y que no ajustase mi culo... Sí, lo sé, la palabra "maldito" está en mi vocabulario muy a menudo en estos días.

Tiré mi cartera en el pequeño sillón, que ocupaba espacio en mi muy diminuto living, y fui sacando mis prendas, una a una, logrando con eso dejar un regadero de ropa que llegaba desde la entrada hasta mi habitación. Me di una ducha rápida y me puse lo primero que encontré, una remera larga, simple y floja... Nada apretado.

Me preparé un café y sin prender la televisión me recosté en mi sillón. Tomé mi celular y seguí leyendo mi historia.

Sí... Fanática de las novelas románticas... He leído más de trescientos libros. Me encantan los detalles, como cuando Nolan pone sus manos en el cuello de Lisa y la acerca, poco a poco, a su primer beso apasionado... Imagino las escenas... Me pierdo en los acontecimientos que van surgiendo entre los personajes. Todas esas mujeres soy yo y todos esos hombres son míos, en mi imaginación, claro. Mi vida era una aventura continua, siempre me prometía que solo iba a leer un capítulo y terminaba leyendo cuatro o cinco. Pierdo la noción del tiempo cuando me sumerjo en las páginas, es mi escape de la vida real, lo sé. Me encanta perderme en las historias.

Mi vida real no es realmente vivir, es sobrevivir, que no es lo mismo. Me levanto a las seis de la mañana, me doy una ducha rápida, mi vestimenta se basa en: zapatos, camisa blanca y pantalón ajustado negro. Luego, tomo un café mientras aplico un poco de maquillaje, me peino y salgo hacia el trabajo. Primero camino cinco malditas calles para llegar al metro y espero más de media hora para bajar. A las ocho ya estoy sentada en la recepción de la empresa de construcción más grande del país, atendiendo llamadas de clientes quejándose por la demora de las obras o los altos precios de los presupuestos. Cosas que ni siquiera me conciernen, pero trago saliva, porque solo tengo que aguantar el mal humor de todos lo que llamen en el momento, para luego trasladarlos a los que realmente los asesorarían como corresponde.

La realidad era que yo solo estaba allí, porque con mi escasa estatura, mi cabello castaño, mis ojos marrones y mi tez blanca con unas pocas pecas esparcidas, parecía una linda imagen para ser con la primera persona que te choques al entrar a la empresa, así sea para contratar sus servicios o simplemente para dejar cartas, presupuestos, papeles y más papeles donde únicamente tenía que derivarlos a las áreas correspondientes. 

No suelo perder la compostura cuando atiendo el teléfono y siempre logro mantener la calma ante la negatividad de las personas. Un trabajo que era todos los días igual. Gente con mal humor, personas apuradas que entraban y salían de sus oficinas... Y estaba el jefe, mi problema real, que parecía pensar que no tenía bastante trabajo, ya que aparte me sometía a que, en cada maldita reunión de la empresa, me encargue de anotar todo, como si fuera una especie de asistente personal. La verdad hace solo seis meses que estoy en este puesto y no me animé todavía a pedir un aumento, pero en cualquier momento lo haría o, sino me buscaría otro lugar donde sé que ganaría menos, no me interesa, pero al menos no volvería todos los días al atardecer a mi casa, cansada y agotada física, mental y emocionalmente, porque la gente dirigía su mal genio hacia mi persona y mi jefe, también.

¡Mierda! Tengo 30 años y todavía no sé qué hacer con mi vida. Al principio tenía toda una lista de sueños, que poco a poco fui cumpliendo. Terminar mis estudios de contadora, hecho. Solo para terminar consiguiendo un trabajo de recepcionista. Es en una de las mejores empresas, claro, y ganaba, dentro de todo, un sueldo más elevado que muchas de mis conocidas, pero mis conocimientos no me servían para este puesto. Comprar mi primer departamento, hecho. No era como me había imaginado, algo grande y espacioso, con posibilidad de tener un jardín inmenso para pasar las tardes de verano, tirada al sol leyendo mis novelas, pero cuando estás sola, sirve. Mi mamá y mi hermana viven fuera del país. Mis sobrinos tienen su propio hogar, así que no recibo muchas visitas. Viajar por el mundo, en eso estaba. Cuando entré a esta empresa, eso fue, precisamente, lo que me atrajo. Mi jefe es una figura muy solicitada en el mundo de la construcción, viaja mucho, a los mejores lugares paradisíacos del mundo, para imponer sus geniales ideas innovadoras y yo deseo acompañarlo.

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