Veintiunavo Capítulo.

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Max no había dejado de besarme y de acariciar cada parte de mi cuerpo con sus grandes manos. De saborear mis labios de la manera más pecadora, tentadora y deseosa que existía en la vida. Me fundé en su sabor como una loca, me sostuve de su nuca y no dejé siquiera que parara de besarme. Él cerró la puerta sin dejar mis labios. Caminé en retroceso chocando con no sé qué cosa, me reí en el proceso y terminé tumbada en el sofá. Me dolían la punta de los senos de los erectos que se encontraban.

—Tus palabras. Cada una de tus palabras tienen efecto sobre mí, Bear —murmuró sobre mis labios.

Me mordí el labio inferior, intentando soportar el deseo que invadía mi cuerpo, pero Max terminó haciéndolo, me mordió el labio inferior. El calor aumentó. Era muy, pero muy sexy. Me costaba aceptar que lo tenía así para mí.

—Max —gemí bajito.

Sonrió. Una sonrisa sensual, de lado, que volvía loca a cualquier persona. Sus manos arreglaron mis cabellos dispersos por mi frente. A penas y podía verle por la luz de la luna. Sus ojos grises me miraban con un inexplicable deseo. Tenía los cabellos desordenados.

—Así que una reunión de negocios. —Sonreí como un angelito y asentí—. En donde estén involucrados mis manos —. Me acarició las mejillas—. Mis dedos. —Trazó cada línea de mis labios—. Mis labios —. Besó la punta de mi nariz—. Mi boca, mi lengua —. Lamió mi cuello y me besó allí—. Mi cuerpo. Mi sexo.

Oh. Dios. Max presionó su erección contra mi sensible sexo. Gemí de nuevo. Joder. Este hombre era el infierno completo, era la tentación personificada. Era mi tentación. Arqueé las caderas para sentir más de su erección.

—Te deseo, Max —confesé en apenas un murmuro.

—Y yo a ti, nena.

Volvió a besarme. Todo estaba sucediendo como en cámara lenta y mejor aún si agregaba una música sensual de fondo. Seguí el ritmo lento de sus labios, sus manos recorrieron cada parte de mi cuerpo, mis brazos, mis piernas desnudas, mi trasero, mi abdomen y mis senos. Sus dedos jugaron con mis pezones, mientras que mis caderas se arqueaban de la excitación. Volví a gemir por lo bajo.

¿Qué tenía Max Pattinson para hacerme sentir húmeda en tan poco tiempo?

No sabía, pero me encantaba que me hiciera sentir así.

Soltó mi labio inferior, se veía, se veía como si aún no perdiera el control, y yo me veía como... bueno, me veía agitada y despeinada, de eso estaba segura. Volví a morderme el labio, expectante. ¿Por qué se había detenido? Dios, lo necesitaba ya dentro de mí.

—¿Por qué...? —¡Joder! Ni siquiera podía decir una frase completa.

—Por qué, ¿qué, Bear?

Por, Dios, Max lo sabía, sin embargo, estaba jugando conmigo. Le odié y deseé a la vez. Giré los ojos y se rio aún más. Oh, era un completo insolente.

—Max Pattinson Demir, no hagas que se me baje el calor.

Nena, créeme, no me tomará ni un segundo excitarte.

Lo volví a odiar, él tenía razón. Mi consciencia se rio de mí, yo rodé los ojos y Max Pattinson dejó un suave beso en mi cuello, sí, ya estaba excitada de nuevo. No fui capaz de pronunciar alguna palabra siquiera, me perdí entre la suavidad de sus labios. Volví a gemir su nombre y arqueé las caderas deseando más de mi chico rudo.

Max me acarició las piernas desnudas, su toque, sus manos, estaba viciada de ellos. Atrapó mis labios de nuevo, fundiendo nuestros sabores, él sabía a menta y un poco al café que solía tomar. Me cargó entre sus brazos, joder, ni siquiera había hecho demasiado esfuerzo. Sin dejar de besarlo enredé mis piernas en su cintura y caminó conmigo encima. De pronto, ya nos encontrábamos en mi habitación, que se hizo aún más pequeña con el hermetismo de Max Pattinson.

Inevitable TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora