16. Nuevos Principios

869 87 12
                                    

La moralidad ya no era el único problema de Gustabo en su plan de traicionar a un amigo suyo, Emilio. Ahora había otro, que rondaba en su cabeza mientras que los ojos del recién nombrado se clavaban en los suyos.

Emilio es una persona que ya no tiene nada que perder, ese era el problema. Si Gustabo lo vendiese, ¿cuál es la posibilidad de que no le vendiera a él de vuelta? Muy remota, ¿a que sí? A Emilio le va a dar igual que le amenace de muerte si abre la boca y le dice a Conway que el rubio estaba dentro de la organización que lo atacó. Se defendería con el argumento de: "si yo caigo, tú caes conmigo". Eso es lo que puedes esperar de alguien que no tiene nada que perder. Son las personas más peligrosas por algo.

Entonces, qué se supone que debía hacer, ¿pactar con él? Así como: "oye hagamos una tregua, yo vendí a Trujis y tú disparaste a Horacio, estamos en paz, no te venderé y tú no me venderás a mí". Se irían de rositas, sí, ¿pero hasta cuando? ¿Hasta que Conway resolviese el caso? Gustabo no sabía si era capaz de dejarlo todo a manos del destino, le gustaba tener todo bajo control.

¿Significaba eso que debía matar él a su propio amigo...? No, no podía hacerlo. En lo absoluto. No sería capaz de perdonarse a sí mismo.

Definitivamente Jack le estaba enseñando a Gustabo a tener unos principios que no parecen los de un sociopata, bueno, al menos descartó al vuelo la posibilidad de matar a Emilio con sus manos, un aplauso por él.

La mejor opción para el rubio parecía la de pactar. Quizá si consigue hacerle un hueco a Emilio en la casa de los primos gallegos podría mandarlos a los tres lejos de aquí, así estarían exentos de torturas, y sobretodo, Gustabo estaría seguro de no ser vendido.

—Gustabo cojones, que te has quedado empanado. — habló Jack poniendo su mano en la mandíbula del pequeño y sacándolo al instante de sus densos pensamientos, haciéndole mirarle. —Estamos aquí, en el mundo real, despierta coño.

Y tanto que en mundo real. En el cruel mundo real. ¿Por qué todo era tan difícil para el rubio? Ah, claro, es lo que suele pasar cuando te pasas de rata traicionera.

Estaban aún enfrente de la celda del mexicano, ambos jóvenes en silencio, y Jack un poco frustrado por no entender la tensión del ambiente.

—Sí sí, disculpa. — contestó Gustabo luego de unos segundos, mirando al Intendente. —¿Qué hace mi viejo amigo aquí? — dijo sorprendido, fingiendo, claro.

—De eso te quería hablar, vamos a interrogarlo. Ya me ha contado Horacio.

—Buenos días para ti también, rubito. —habló en un mal tono Emilio desde su celda, reclamando que no había recibido ni un saludo por parte del más joven.

Gustabo se limitó a levantar su mano en un saludo aparentemente tímido, aunque los dos presentes ahí, sabían más que de sobra que timidez no era un adjetivo que definiese, ni mucho menos, al rubio. Emilio por unas razones, Jack por otras... Bastante diferentes, pero ambos lo sabían.

No hablaron por mucho más tiempo hasta que decidieron llevar al moreno esposado a una sala de interrogatorios. Como bien había dicho Jack, era hora de interrogar al mexicano, ya que estaba en prisión preventiva aún, no hacía mucho que lo habían capturado.

Gustabo y Emilio enfrente, uno con la cabeza gacha, y otro con decepción en su mirada buscando sin éxito conectar esta con los ojos azules del otro. Conway de pie, detrás de su silla, apoyado en la pared y observando la escena, sabiendo que algo olía mal entre esos dos.

Así estaban, en un silencio aplastante. El más pequeño no se atrevía a romper la agresiva tranquilidad del momento. El esposado estaba demasiado distraído en sus pensamientos como para pensar en algo que decir. El Intendente, por otro lado, era el menos nervioso de la sala, aunque también el más confuso, y sin duda el más airado, bueno, no todos los días te enteras del culpable de quien ha disparado en las rodillas a tu (casi) hijo.

Vanilla. || IntendenteplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora