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Takemichi tenía un gran sonrojo en su cara que solo iba en aumento.

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Después de su corta presentación a los nuevos estudiantes, básicamente salió corriendo hacia su taquilla por los libros.
Llegaba tarde a su clase de psicopatología o algo así, nunca se acordaba de los nombres.

Entre que siempre de despertaba demasiado tarde a causa de que su subconsciente estaba demasiado apegado a sus sábanas, que la universidad estaba a 20 minutos andando y no tenía coche, que se ofreció a ayudar y que se le habían olvidado los libros en la taquilla la cuál estaba al otro extremo del edificio. Los factores se le sumaban y todo se le estaba amontonando.

Y para colmo como la secretaria no estaba no pudo darle un pase. Normalmente no le importaría ya que en la mayoría de las clases la asistencia era opcional. Pero para su mala suerte la profesora de esta materia era muy estricta con ese tema.

Rápidamente agarró sus cosas para salir corriendo dirección la clase.

El reloj marcaba las 8:25, tenía 5 minutos para llegar. Le daba tiempo.

Bueno, le habría dado tiempo si no se le hubiera olvidado el pequeño detalle de que tiene pulmones muy débiles, es correr durante un tiempo ya le empieza a doler el pecho. Debería haber recordado ese suspenso en educación física que le fastidio su media de 8,5 en la secundaria durante 4 cursos.

El reloj dió la hora de comienzo de la jornada y Takemichi estaban sentado en una pared descansando, a varios metros de distancia de la clase. Tanto descansando de la carrerita que se acababa de hacer como mentalizandose de entrar a la clase y aguantar el regaño.

Tan centrado estaba en sus pensamientos, que no se dió cuenta de la silueta que se acercaba a él. —¡Oh Takemitchy que sorpresa verte!

El ojiazul levantó la cabeza, ante él estaba uno de los nuevos estudiantes, justamente el guapo que le había llamado la atención. Y sus caras estaban muy cerca, sentía su cara calentarse.

La vergüenza le invadió ante la obvia suposición de que su cara se estaba sonrojando.
Pero nadie podía culpar le, el chico más lindo que había visto en su vida y con quien no sabe porque sintió una atracción instantánea, estaba delante suyo, muy cerca, demasiado cerca.

El sonrojo iba en aumento.

—No te llegué a decir mi nombre pero yo sí sé el tuyo, eso no es justo para ti Mitchy. —el mencionado sentía su mirada oscura analizándolo, debería ser un poco siniestro, o por lo menos incómodo, pero su expresión amigable le tranquilizaba, tampoco sabía porque.— Soy Manjiro, pero prefiero que mis amigos me llamen Mikey. Siéntete libre de hacerlo tú también Mitchy.

Esta era la tercera vez que pronunciaba su nombre, o una acotación de este, mal. No le molestaba, hasta le parecía tierno.
Tampoco sabía porque.

Este hombre le estaba haciendo dudar de todo aunque solo lo conocía de hace unos pocos minutos.

El menor se dió cuenta de que el apodado Mikey le miraba ansioso. Como si esperara que dijese algo, supuso que una contestación.

—Bien un nombre menos faltan tus otros 15 compañeros .—soltó una pequeña risa que causó un gran impacto en el dios.— ¿Estás perdido o algo así? Ya llegó tarde a clases puedo guiarte a la tuya si gustas.

—Gracias Mitchy .—esos ojos oscuros brillaron un poco ante la propuesta, mientras Mikey, con una fuerza sorprendente ante el menor, lo alzaba dándole las manos.— Según Kenchin ahora tenía psicopatología con una tal doctora Yamamoto, o eso dijo que ponía en el horario. Tiene nombre de vieja no creo que me salga bien.

Dioses | •Tokyo Revengers•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora