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CAPÍTULO DOS ── SHARVILLE ㅤ
ㅤㅤ Todo el mundo creía que a Sharville le había caído una especie de maldición.
Sharville era conocido como el pueblo del Diablo, o El Time Square de los suburbios. Era, sin más ni menos, que el resumidero de toda la mierda que venía de San Francisco. Con tan sólo pisar sus tierras muertas, uno ya se inundaba del repugnante olor a azufre, sexo, juego clandestino y tabaco barato. Por más que algunos residentes se aferraran a la inaudita idea de que el pueblo algún día renacería en una época dorada, Sharville no era más que un pueblo olvidado.
La gente sobrevivía gracias al juego clandestino, y eso todo el mundo lo sabía. La educación no era buena, obligaba a los estudiantes a limitarse a lo más básico de la carrera universitaria. Dependía de suerte, si tenías dinero, podías estudiar en el único colegio privado, pero nadie te aseguraba que salieras de allí con un buen título.
La mayoría de los adultos jóvenes se veían en la obligación de trabajar, o bien apostar, para conseguir buen dinero. Había algunas tabernas, de esas que se mantuvieron desde los años 30, donde se repartían cartas, un lugar muy similar a lo que se conoce como Infierno. El sitio siempre estaba sumergido en el hedor que se desprendía de los cuerpos sudorosos, sumado al olor del azufre que caracterizaba al pueblo.
Además de la cosecha y las apuestas, Sharville también era conocido por la cantidad de pornografía que se veía en las calles.
El pueblo era grande, varios incluso tenían la intención de convertirlo en una gran ciudad algún día, por lo que comenzaron a pavimentar las calles de tierra y edificar algunos moteles para atraer turistas. Lo que más llamaba la atención, sin embargo, era la cantidad de sexualidad que se encontraba de esquina a esquina.
En las puertas de los cines había carteles que con letras rojas decían PELÍCULAS PARA ADULTOS DESDE LAS 23:00hs. Los teatros tenían horarios especiales donde uno podía sentarse a ver trabajadoras sexuales quitándose la ropa, algunas incluso se tocaban entre ellas si le ofrecían un poco más de dinero. Había shows privados, donde sólo los empresarios, los políticos y los doctores tenían acceso. Los hombres se detenían frente a sus tiendas de películas y revistas a gritar: "¡lleven su revista de desnudos! Mujeres hermosas, vaginas rosadas y senos grandes. ¡Lleven su película con descuento del 20% y disfrutela en su hogar!".
Las calles de Sharville, en algún punto, dejaron de sólo exhibir pornografía y comenzaron a ser peligrosas. Había robos, de día y de noche. La gente culpaba a los negocios desde el momento en que se dio a conocer la identidad de uno de los más grandes consumidores, quien era líder en la mafia. Se sabía que antiguamente lideraba un clan en San Francisco, y que había traído a Sharville toda la mierda de la ciudad.
