Capítulo 3. - Molestia.

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Poché pov...

Desperté gracias a los rayos del sol que se colaban por la ventana de la habitación que compartía con mi esposa, tallé mis ojos tratando de que se acostumbraran a la luz y solté un bostezo tapando mi boca con el dorso de mi mano.

—¡Buenos días, mi amor! —Saludé a mi esposa cuando apareció en mi campo de visión con solo una toalla cubriendo su cuerpo y otra en su cabello. No respondió y continúo concentrada en lo que sea que hacía. Fruncí mi ceño y volví a saludarla. —¡Buenos días, mi vida! —Me miró sin una pizca de emoción, respondió con solo un movimiento de cabeza.

Seguí cada uno de sus movimientos con mis ojos, parecía que me estaba ignorando, pues, no volteaba a verme ni una milésima de segundo. Cuando se acercó a su mesa de noche formé un pico con mis labios esperando a ser besada por ella, me miró, giró sus ojos y sin acercarse siguió en lo suyo. Mi corazón se estrujó al notar su indiferencia.

—¿Qué pasa? —Pregunté envuelta en una nube de nervios. De nuevo, no respondió, en cambio, tomó su celular cuando ya estaba vestida y su cabello caía por sus hombros, enlazó una llamada y comenzó a hablar con alguien más sin verme.

—Agente Fernández, buenos días. —Se sentó en la orilla de la cama para ponerse sus zapatos de tacón. —¿Tiene novedades del caso? —Esperó un momento en el que se escuchaba muy leve la voz del hombre con el que hablaba. —Necesito que trabaje rápido con eso, lo más rápido que se pueda. —Tomó su bolso, y salió de la habitación sin dirigirme una sola palabra.

No sabía qué es lo que había hecho para que me estuviera ignorando, pero sea lo que sea, no me quedaría con la duda. Me levanté de la cama tan rápido como mis pies me permitieron y caminé detrás de ella hasta la cocina donde una muy concentrada Gaby cocinaba el desayuno. Observé a mi esposa caminar de lado a lado con el celular en mano.

—¡Me urge saber qué está pasando, Fernández! ¡Más vale que tengas un buen avance para esta tarde o te atienes a las consecuencias! —Colgó la llamada y salió de la cocina. La seguí.

—¿Todo bien? —Pregunté cuando dejó caer su cuerpo en el sofá de cuero negro de nuestra sala. Volvió a ignorarme. La rabia recorrió mi cuerpo y actúe por impulso, como nunca antes había hecho, quité el celular de sus manos bruscamente guardándolo en el bolsillo de mi pantalón de pijama. Me miró horrible, como nunca lo había hecho, de sus ojos salían llamas de fuego como si de esa forma tratara de intimidarme, no le daría el poder de hacer conmigo lo que se le diera su gana.

—Devuelve mí celular, María José

—Así sí me hablas ¿no? —

—Que me lo devuelvas, te digo. No estoy de humor para soportar tus maricadas.

—¡No Daniela, la que no está de humor para soportar tus putas maricadas soy yo! ¿Qué mierda hice para que no me quieras ni voltear a ver?

—Nada, sólo devuelve mi celular que tengo que ir al trabajo.

—No irás hasta que me expliques lo que hice.

—¡Que me lo des de una vez, Poché! —Se levantó del sillón enfrentándome. Sus ojos conectaron con los míos y, por primera vez en años, no vi ese brillo que siempre aparecía cuando su mirada se topaba con la mía, no me miró con amor y admiración, era como si frente a ella yo fuera una completa desconocida. —Dame el puto celular. —Arrastró sus palabras.

—No hasta que me expliques ¿Qué mierda te pasa?

—¡Me pasa que llegaste a mi vida! ¡Que tuve que unir mi vida a la tuya y joder mi puto bienestar! —Soltó sin tocarse el corazón, me dejó completamente muda y con unas inmensas ganas de salir corriendo de ese lugar. ¿Se arrepentía de estar conmigo?

La Princesita de Papá: Los Calle Garzón. - Calle y Poché - (SEGUNDA TEMPORADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora