Capítulo 17: Atormentada por el pasado

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—¡Julia! ¡Julia! ¡Despierta ya! —exclamó Bartolomeo después de mirar a la pirata, aun durmiendo en las extensas de su cama

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¡Julia! ¡Julia! ¡Despierta ya! —exclamó Bartolomeo después de mirar a la pirata, aun durmiendo en las extensas de su cama.

El sueño le fue interrumpido y la mujer brincó de una luego de percatarse de la presencia de viejo lobo de mar en su habitación. 

¿Qué demonios haces aquí, Barto? —preguntó entrecerrando los ojos debido a la intensa luz que entraba por la ventana que Bartolomeo abrió.

Son las once de la mañana, mujer. ¿A qué hora piensas despertar para iniciar con tus labores? Tenemos mucho por hacer.

¡A la hora que se me pegue la gana, Barto! Soy una mujer madura e independiente y nadie puede decirme lo que puedo o no hacer —dijo la mujer poniéndose de pie en completa desnudez.

Bartolomeo la observó de pies a cabeza y en el acto se volteó con la intención de no mirar su desnudo cuerpo. 

¡Por dios! ¿Qué haces? 

Me gusta dormir desnuda y tú te metiste a mi habitación —resolvió la pirata exhibiéndose al natural. 

Sigues ebria. ¿Con quién pasaste la noche esta vez?

No sé su nombre, pero dime, ¿qué te hizo venir hasta aquí a interrumpir mi sueño? —preguntó Julia mientras cubría su escultural cuerpo con ropas. 

Después buscó una botella de licor que reposaba sobre la mesita de noche.

¡Oh, sí! Casi me olvido de ello —expresó Bartolomeo, girándose de nuevo—. Es Barboza otra vez.

¿Está aquí? —preguntó dirigiendo la mirada hacia donde Bartolomeo aguardaba.

¡No, claro que no! Pero trajeron noticias: arribó uno de los nuestros esta mañana y nos habló sobre los ataques, al parecer Barboza ha hundido a cinco barcos en total, el último lo hizo hace una semana.

¿Cinco barcos mercantes? —interrogó Julia deteniendo sus movimientos. 

Cinco barcos de la corona inglesa, es decir, cinco barcos con inmunidad.

¡Demonios! No pasará mucho tiempo para que la flota inglesa y su estúpida hermandad estén sobre nosotros —replicó la mujer, después pensativa mordió uno de sus labios.

Y debo decir que eso no es todo, ahora también, está atacando a la hermandad europea —aseguró preocupado —¡Este muchacho se ha vuelto loco! —agregó con una mano en la cabeza.

Bartolomeo, en el fondo, él siempre fue ese hombre que es hoy, ya solo nos queda ir por él —dijo Julia desanimada dejándose caer sobre una silla.

¿Y qué le diremos?... Manuelito, debes dejar de portarte mal —soltó Bartolomeo alejando la botella de licor de las manos de Julia—. ¡Por dios! No hay persona que no le tema o que le ponga en sus casillas y lo peor es que tenemos a toda la hermandad apoyando sus ataques 

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