Capítulo 32

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Narrador

Los ojos de Dylan temblaron en el rostro del castaño que se encontraba a unos cuantos metros de ella, en cambio, los ojos ambarinos de Kian, no se despegaron ni un segundo de los de ella.

Dylan asintió con la cabeza. La verdad, no tenía ni una gana de hablar con Kian, lo único que quería era descansar. Cada vez estaba más agotada y lo único que quería era lanzarse a su cama y enterrar el rostro en la almohada, algo se lo impedía.

―Está bien―ella susurró y se giró para terminar de abrir la puerta.

Con pasos lentos, entró a su casa y se giró una vez más. Le hizo un gesto con la cabeza al castaño para ingresar, y este le hizo caso de inmediato.

El temperamento de Kian había cambiado notablemente. El chico había llegado hecho una furia a su casa al ver que ella no estaba, así que decidió esperarla. Estuvo alrededor de cuarenta y cinco minutos, fumando y fumando cigarrillos para matar el tiempo, logrando tranquilizarse, pero cuando vio aparcar un automóvil negro, de este bajó un chico rubio de ojos azules, toda la rabia había vuelto a su cuerpo. Hasta él mismo le era impresionante darse cuenta de sus cambios de humor. Pero el castaño culpaba a Dylan. Según él, Dylan tenía la culpa de todo. ¿Por qué? Ni siquiera él lo sabía, pero si había un culpable para sus cambios de humor, esa era ella.

Cuando le había preguntado a la chica si podían hablar, estaba conteniendo las palabras en la garganta, y ahogándose por no gritarle en medio de la calle. Tenía sus dudas a que ella aceptara hablar con él, pero cuando ella aceptó, se confundió más. ¿Acaso era que ella no quería volver a verlo?

―Iré por un vaso de agua―anunció Dylan, cerrando la puerta con cuidado. Un leve dolor de cabeza comenzaba a pinzar en sus sienes. ―Puedes ponerte cómodo por mientras. Estaré de vuelta en cinco minutos.

El muchacho asintió, viendo como la pequeña figura de Dylan desaparecía por el pasillo y lanzaba su morral sobre el sofá antes de ingresar a la cocina.

Kian caminó hasta la sala y se sentó justo al lado donde ella había lanzado el bolso. Recargó sus codos sobre las rodillas y se frotó el rostro con exasperación. Apoyando el mentón sobre sus manos hechas puños, Kian giró la cabeza levemente, mirando de reojo el bolo de la chica. ¿Y si hurgaba en él? ¿Ella se daría cuenta?

―Al diablo―susurró Kian, cogiendo entre sus manos el pequeño bolso de Dylan.

Con manos ágiles, comenzó a revolver todo lo que estaba guardando dentro de aquel pedazo de tela. Unos cuantos la lapiceros, un envase de perfume pequeño, su cuaderno de notas y su billetera. Nada.

El chico soltó un bufido y guardó todo en su lugar. Cuando cogió la billetera, la quedó mirando por unos segundos. ¿Habría algo? Si no lo revisas, nunca lo sabrás. Le susurró su vocecilla. Antes de abrir la cartera, lanzó una rápida mirada al pasillo, y vio que Dylan aún no se acercaba.

Sus dedos se movieron rápido revisando cada espacio que había dentro de la cartera- Un carnet, tarjeta estudiantil, algunas fotos junto al idiota de Trevor y el estúpido de Troye.

Kian estaba a punto de bufar de nuevo, cuando una pequeña tarjetita le llamó la atención.

Deslizó el pequeño pedazo de cartón fino con cuidado y lo leyó detenidamente.

Derek Hemmings (Re-traumada yo, ámenme.)                                                                                 Detective privado.                                                                                                                                   Número telefónico.                                                                                                                                             E-mail.

mistakes; kian lawley (libro 2)Where stories live. Discover now