1. Taaffeite

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El casi invisible grupo de viento creando música tranquila desde el pequeño escenario que había sido construido en una de las esquinas del gran salón  especialmente para el evento en marcha era lo único que Doyoung encontraba levemente entretenido esa noche.

Por séptima vez en la última hora suspiró de la forma más disimulada que su cuerpo rígido podía efectuar, giró la copa de cristal fino entre sus dedos, el líquido del champán que estaba siendo ofrecido por los sirvientes silenciosos no le llamaba en lo absoluto a beberlo, había aceptado la copa por simple educación y la mantenía consigo para parecer ocupado y ahorrarse charlas aburridas.

Se esforzó por no cruzar los brazos y mostrar lo verdaderamente hastiado que se sentía. La camisa de color hueso le picaba constantemente con un roce molesto cerca del cuello, sabía que con lo sensible que era su piel, le quedaría de un color rosado que fácilmente podría ser mal interpretado. Quería ir a su habitación y poder cambiarse por algo más cómodo porque incluso los zapatos, que eran nuevos para esa ocasión, le comenzaban a producir cierta molestia; alguien, por piedad, haga el favor de proporcionarle un baño de sales de violetas.

Observó a unos cuantos metros de distancia a su madre, siendo tan ataviada y perfecta como se suponía que tenía que ser frente al mundo, ella charlaba tranquilamente con el director de la asociación en turno, seguramente sobre los términos que convendrían a ambos, ganancias que dividiríam de aquella recaudación pomposa "sin fines de lucro" que estaba siendo llevada a cabo en supuesta ayuda a los niños huérfanos de sus tierras apadrinadas del norte. Sinceramente a Doyoung todo aquello no lo engañaba, sabía a ciencia cierta que todo aquello no era más que un evento suntuoso, un espectáculo que a toda esa gente despampanante y con los bolsillos atascados de dinero les gustaba celebrar, solo para ahogarse aún más en todo ese dinero. Incluso él podría disfrutar de la velada si tan solo la música que sonaba fuera diferente, su bebida supiera más fuerte o si al menos Taeyong estuviese cerca.

Su familia, por muy rectos que fuesen llamados por cientos y cientos de generaciones, no eran más que un montón de personas con gustos caros que se escudaban de los placeres de la corona, y Doyoung no era ningún santo, él aceptaba e incluso estaba de acuerdo con todo, no renunciaría a sus comodidades simplemente por tener que seguir lo correctamente estipulado en la moral de la mayoría de la población. Ellos eran diferentes y todo mundo lo sabía, eran la familia real, por supuesto, eran intocables.

Pero, a veces, el título de príncipe solía cansarlo, tener que soportar todo el teatro de ser buenos samaritanos y dirigentes que se preocupan por su pueblo era totalmente exhaustivo y definitivamente algo que no quería para su vida, prefería que sus padres e incluso Gongmyung, el príncipe heredero, se encargasen de todo aquello para que él simplemente se pudiera relajar en sus habitaciones sin tanto revuelo.

Volvió a inhalar con cansancio, pensando que solo necesitaba un par de horas más deambulando como una vil alma en pena entre todo el gentío y podría ser libre, la ceremonia y la reunión habían sucedido ya, un puñado de personas de élite habían firmado contratos aquí y allá y solo restaba que la fiesta posterior a ello diera fin para poder deshacerse de aquella maldita camisa mal hecha. El sastre de la marca que representaba en turno tendría una queja mañana por la mañana, sin duda.

El sonido más elevado de la risa del Alcalde de Veneto sobre el bullicio de la gente cerca de las puertas de vitrales coloridos abiertas de par en par le llamó la atención, pero rápidamente lo olvidó cuando vió tan claro y fresco su medio de escape. Se acercó con paso tranquilo, serpenteando entre la gente y tratando de pasar desapercibido en dirección a dichas puertas, estas daban directamente a los jardines traseros del palacio, pero Doyoung conocía un atajo para salir y volver a entrar al palacio por otro lado, las escapadas de adolescente habían dejado sus enseñanzas. Le devolvió la copa intacta a uno de los muchos chicos que trabajaban especialmente para repartir copas y sin poder esperar más, cruzó impaciente las puertas al exterior.

Il gemma del castello. JohndoWhere stories live. Discover now