Capítulo I

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Este fanfic tiene lugar en un universo alternativo en el que Saga y Kanon coexisten en el Santuario. Podría suceder después de la Saga de Hades, luego de que Athena utilizara sus dones divinos para devolverles merecidamente la vida a los dorados. En realidad, no es importante porque esto es más bien un PWP, pero quería ponerlos un poco en contexto.

Originalmente, sería un one shot pero, como mis tiempos para la escritura suelen ser un poco caóticos, dependientes de mis ocupaciones y también de mi inspiración, decidí cortarlo en dos capítulos mientras termino la segunda parte ya que soy una persona ansiosa y no me gusta quedarme mucho tiempo con los escritos sin publicar. Los comentarios con sus opiniones o sugerencias son muy bienvenidos.

Advertencias: lemon explícito, lenguaje vulgar, Milo un poco fuera de personaje (si lo admito no está tan mal, ¿no?).

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—¡NO! ¡Con cualquiera menos con él!

El custodio de la tercera casa estrelló el puño apretado contra la columna más cercana de su templo, lo que provocó que en la superficie se abriera una profunda grieta, y algo del material milenario se desprendiera y cayera al suelo. El causante de su ira no se dejó amedrentar a pesar de que bien sabía que Saga era capaz de destrozarlo en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Y desde cuándo decides con quién puedo o no puedo compartir mi cama? No firmé ningún contrato o nada que se le parezca, según recuerdo.

La sonrisa torcida en los labios de Milo apoyaba el tono mordaz con el que pronunciaba sus palabras que, según la entonación, podrían haber sonado despreocupadas o protestatarias. Saga observó ese gesto sobrador, y por un momento estuvo a punto de perderse en él, de caer en la tentación de darle la razón. Por supuesto, se recuperó a tiempo antes del desastre.

—Con él, no —repitió su punto sin dar mayor importancia a sus cuestionamientos. Quería dejar en claro que en esa discusión no habría lugar para otro veredicto.

Por un momento, en la Casa de Géminis reinó el silencio. El anfitrión mantuvo su expresión pétrea, los brazos cruzados sobre el pecho en clara señal de disgusto, mientras que el escorpión parecía buscar una fisura, un espacio hasta el momento desconocido por donde introducirse y resquebrajar su voluntad de hierro.

—Saga, mi amor...

Su estrategia, más espontánea que bien meditada, no obtuvo los frutos esperados pues de inmediato recibió una respuesta negativa materializada en un empujón cuando quiso tomar uno de sus fuertes brazos. Claro que la selección léxica, cursi como mínimo, había resultado inapropiada; opuesta a lo ideal, por decir poco. Pero Milo no parecía perder oportunidad de jugar ni de inflamar los ánimos ya de por sí enardecidos del otro santo dorado, situación que por algún motivo lo divertía al punto de otorgarle un brillo ansioso a su mirada.

—Tú te has acostado con el arquero, y yo jamás te he reclamado nada —cambió rápidamente su maniobra, fingiendo inconformidad ante la supuesta injusticia.

—Y tú con el león, y con ese frígido aguador, y con casi cualquiera que te resultara atractivo y aceptase pasar un rato contigo. Ese no es el problema aquí. Lo sabes —objetó, a sabiendas de que gastaba saliva inútilmente.

Sin ganadores ni perdedores, la contienda llegó a un punto muerto en el que ninguno tenía la más mínima intención de ceder, por lo que, misteriosa e inexplicablemente satisfecho por la tensión que había causado entre ambos, el invitado se retiró sin decir más. Saga le dio la bienvenida a la soledad con un suspiro de profundo agradecimiento. Desde que su relación con Milo se había vuelto física, imaginó que tanto la diferencia de edades como de personalidades le causaría más de un dolor de cabeza, pero no contaba con que el escorpiano encontraría tan rápido la manera de hacerle abandonar su temple, casi siempre sereno. "El veneno es su arma, después de todo", reflexionó.

Cualquiera, menos élWhere stories live. Discover now