Capítulo II

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Milo ya se divirtió. Ahora, les toca a los adultos.

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Milo se dio cuenta de que algo había cambiado en la energía de ese malicioso encuentro. Tal vez fue el percibir que los músculos pectorales se relajaban bajo el peso suave de sus palmas, o las manos grandes que de pronto se posaron a los lados de su cintura. El punto era que los hermanos parecían haber cesado en su discusión, y él se había convertido entonces en el centro de atención de la escena, lo que fue confirmado por los labios que asaltaron repentinamente su nuca. Con una delicadeza inusitada, parsimoniosa, fue conducido al sofá donde Saga había sido interrumpido de su descanso apenas unos minutos atrás, sin que ninguno se apartara de él, recibiendo por partida doble caricias tan sutiles, besos tan suaves que la compañía le resultaba casi irreconocible. Allí, mientras lo mantenían aún de pie, se repartieron solidariamente la continuidad de sus atenciones con la tarea de desnudarlo por completo, todo en perfecto silencio. El escorpiano pasó de sentirse la presa de un par de hombres peludos de las cavernas a imaginarse como el protagonista de una ardiente y audaz película pornográfica en la que las palabras sobraban. Si bien su contextura no era exactamente menuda, se percibía pequeño en medio de los dos Géminis, blando y maleable como un muñeco de trapo. Al mismo tiempo que se felicitaba a sí mismo por el éxito rotundo de su proyecto, se recriminaba no haberlo intentado antes. ¿Quién no lo envidiaría al saberlo atendido por dos especímenes tan únicos y deseables?

Sin prisa, mientras los otros se tomaban pausas breves para quitarse su propia ropa, lo fueron acomodando de manera que su pelvis quedó recargada sobre uno de los apoyabrazos, lo que dejaba su trasero convenientemente elevado, su vientre colgaba suspendido por encima del asiento, y sus brazos sobresalían por el otro lado del sofá. Su cabeza, inevitablemente, pendía lánguida entre sus hombros, aunque de vez en cuando la levantaba para observar lo que ocurría a su alrededor.

Quizás lo que tendría que haber encendido sus alarmas debió haber sido esa primera palmada en uno de sus glúteos, feroz, inclemente, pero en lugar de ello le provocó una risa tonta a la vez que arqueaba un poco la espalda y paseaba los ojos en todas las direcciones buscando al culpable, sin detenerse a reflexionar que el ardor probablemente auguraba una marca roja y persistente al paso de los días. Lo que encontró, en vez de un responsable, fue un miembro grueso y palpitante frente a su rostro, el cual fue incapaz de rechazar. Abrió grande la boca para demostrar que le daba una gustosa bienvenida. Kanon no desaprovechó tal invitación y se introdujo apenas lo suficiente para masajear la punta enrojecida con la lengua blanda y húmeda. Milo juntó los párpados y suspiró a la vez que movía lentamente la lengua y succionaba con suavidad pues apenas estaba empezando. Oía a Saga moviéndose a sus espaldas, lo que lo embargaba de una expectativa apasionante.

Lo que ocurrió a continuación fue imprevisto y, sin duda, mucho menos placentero que lo que había estado experimentando hasta entonces. Sin previo aviso, sin lubricación y sin tomarse el tiempo suficiente para una dilatación aceptable, Saga clavó los dedos de su mano derecha en la carne de su cintura a la vez que intentaba forzarse dentro de su cuerpo.

—¡Saga...! ¡Aughh!

Kanon se había retirado de su boca justo a tiempo, tal vez temeroso de que el sobresalto le valiera una mordida. Aun así, Milo no recibió explicaciones ni tampoco tuvo oportunidad de exigirlas. De un momento a otro, toda la longitud de Saga se abrió paso en su interior. Lo oyó gemir dolorosamente a sus espaldas, seguramente también afectado por la estrechez y la tensión muscular inevitable ante la arremetida inesperada. Milo tenía la boca libre para quejarse o maldecir pero, en vez de eso, apretó con fuerza los dientes e hizo un esfuerzo increíble por lograr que las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos no se derramaran acusadoramente por sus mejillas encendidas. Kanon ahogó una risilla cuando creyó oírlo sorber por la nariz pero, siguiendo el estilo silencioso que hasta el momento habían respetado los gemelos, permaneció en perfecto mutismo. A continuación observó que su hermano mayor, con expresión aún algo compungida, jaló al escorpiano de los cabellos para levantarle la cabeza que había ocultado contra el sofá y enseñársela como una ofrenda, quizás esa ofrenda de la paz que el mismo Milo había comentado aspirar. Por supuesto que no la rechazó ni la desaprovechó. Primero le realizó un breve y tosco masaje en el mentón para aflojarle la quijada y, una vez que le sintió más suaves los labios, volvió a hundir la erección en su boca, ahora hasta lograr que el vello púbico le cosquilleara la nariz. Milo se estremeció y se tensó más, demasiado ocupado en controlar las arcadas como para contener ya las lágrimas. Exhaló un jadeo de alivio en cuanto las caderas de Kanon se hicieron hacia atrás para permitirle tomar algo de aire antes de adelantarse nuevamente.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2022 ⏰

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