Capítulo 29

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Nueva Orleans. Febrero, 2016.


Jason caminaba por la avenida principal que rodeaba Jackson Square, con vistas hacia el Mississippi. Ya se estaba acostumbrado al ambiente de la ciudad: con su jazz, su comida cajún y el aroma a beignets que inundaba siempre el aire.

Y la magia, porque a pesar de que él era un cazador y estaba acostumbrado al mundo sobrenatural, esa ciudad había sabido sacar provecho de sus raíces más mágicas, explotando la magia vudú como su principal fuente de ingresos turísticos.

Pero no solo de magia vivía Nola. También era cuna de muchos artistas, desde pintores hasta músicos, y buena prueba de ello se reflejaba en los numerosos vendedores ambulantes que se posicionaban a lo largo de la plaza, colgando sus obras en la verja que colindaba con los jardines.

Se había animado a llamar a Theo después de que éste le avisara que estaba por la ciudad. Hacía bastante tiempo que no se veían, ya fuera por la caza del rubio o por las expediciones del arqueólogo.

Jason no había tenido muchos amigos en su vida, pero ellos tenían esa clase de amistad que no importaba el tiempo. No importaba cuánto tiempo pasaran sin verse, cuando volvían a reunirse, era como si no hubiera trascurrido.

Aún recordaba cómo se conocieron, unos seis o siete años atrás. Sus padres habían organizado una gala benéfica para recaudar fondos para los niños sin hogar del estado de Nueva Jersey, con la venta de reliquias de la antigua Europa y Theo resultó ser el arqueólogo de la expedición.

Tras varias copas de champán y una botella de whisky después, habían hablado desde política pasando por el deporte y la vida, las mujeres, acabando con el tema de lo sobrenatural. Así fue como descubrieron que ambos tenían "otro trabajo" que no dejaban ver cara al público: eran cazadores.

Después de eso, habían coincidido en varias cacerías y eso les unió aún más. Se habían salvado la vida mutuamente en un par de ocasiones, fortaleciendo su amistad en un sentido que muy pocos podían entender.

Jason había sufrido el mismo calvario que el arqueólogo cuando en una de sus misiones, una horda de vampiras los capturó y los torturaron, manteniéndolos con vida durante cinco días con sus cinco noches. Si cerraba los ojos, aún podía sentir sus colmillos en su piel, dejándole pequeñas cicatrices que inundaban todo su cuerpo.

Aún no estaba seguro de cómo consiguieron salir de aquella condenada cueva, pero habían sobrevivido y eso era lo único que importaba. No solo sus cuerpos quedaron marcados, si no también sus espíritus y esas eran heridas más profundas que les llevarían más tiempo curar.

Por eso estaba ahí, había quedado con Theo en esa plaza. Tenían que hablar de muchas cosas, ponerse al día y, sobre todo, Jason tenía que contarle el motivo por el cual estaba en Nueva Orleans.

Mientras observaba a un artista crear un paisaje a base de aerosoles de grafiti, su instinto de cazador se activó y sintió que alguien le observaba, acercándose a él.

—¿Qué pasa, amigo?

La mano de Theo cayó sobre su hombro según entonaba esas palabras con un pequeño acento latino. A veces le salía ese lado divertido y cómico donde decía o hacia cosas estúpidas. Por mucho que intentase mostrarse serio, finalmente siempre ganaba su lado gracioso.

Había que quererlo así.

Llevaba el casco de la moto colgando del brazo. Había ido hasta allí dando una vuelta para despejarse. No estaba cansado, pero sentía que el viaje que le esperaba junto a Tricia iba a requerir que estuviese completamente despejado.

Magia y Ruinas, vol. I (+18) ©Onde histórias criam vida. Descubra agora