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GIANNA

No podía explicar lo extraño que fue ver a Harry cruzando el umbral de la casa de mis padres.

O lo extraño que fue verlo caminando entre los sillones y procurando no tropezar con los cientos de plantas de mamá.

La casa de mis padres siempre había sido mi lugar seguro, no por la casa en sí, sino por la presencia de ellos. Ante cualquier leve inconveniente en mi vida mi primera respuesta siempre era conducir hasta Canterbury para refugiarme en medio del gran sofá del salón en medio de mis progenitores. 

Es decir, incluso en mi primera pelea con Harry, mucho antes de que nuestra relación iniciara, mi manera de solucionarlo había sido escapar a casa de mis padres y llorar mientras me consolaban.

Así que, sí, permitir que Harry "invadiera" mi lugar seguro era completamente aterrador y me hacía sentir increíblemente vulnerable. 

Pero Harry hacía que valiera la pena.

Porque inmediatamente soltó un grito emocionado al ver el antiguo tocadiscos de mis padres, y detalló con efusividad su colección de música. Pasó varios minutos alabando las plantas de mamá e incluso le pidió un recorrido por su jardín. Cargó en sus brazos a Bowie mientras recibía un tour por la casa, conversó con papá sobre futbol por varios minutos después de ver que tenía enmarcada la camiseta firmada de un jugador cuyo nombre yo ni recordaba, pero que Harry reconoció con emoción.

Y luego se sorprendió cuando mamá lo llevó a la pared que ella había bautizado como "mural de obras", donde colgaba cada una de nuestras pinturas y dibujos.

—No sabía que dibujabas.—susurró, mirando con atención los cuadros que colgaban de las paredes que tenían mi firma en una esquina.

—No lo hago muy seguido.—admití— En realidad solo lo hago cuando estoy acá. Supongo que el ambiente hippie de mamá es inspirador.

Él rio suavemente mientras pasaba al retrato de mis padres que había dibujado años atrás.

—¿Algún día me dibujarás?—preguntó, finalmente dejando de observar los cuadros y centrando su atención en mí.

—¿Quieres que lo haga?

Asintió, y tras asegurarse de que mis padres estuviesen lo suficientemente lejos para no escucharnos, agregó:

—Quiero que me dibujes como a uno de tus chicos franceses.—bromeó.

Solté una carcajada que llamó la atención de mis padres, quienes intercambiaron miradas y una sonrisa enternecida.

Y sólo con ese gesto logré confirmar, una vez más, lo mucho que adoraban a Harry Styles.

Más tarde mamá anunció que debíamos estar hambrientos por el largo viaje, y luego me dio una mirada con sus ojos entrecerrados para mandarme a callar cuando le dije que de hecho me sentía llena. Harry por supuesto estaba en su modo adulador y confirmó que estaba muriendo de hambre.

Por supuesto yo puse los ojos en blanco.

Y entonces mis padres miraron a Harry confundidos cuando él se ofreció a preparar la mesa.

—Es que nunca comemos en el comedor.— le expliqué a mi novio.

—Ya había olvidado que tenemos uno. —admitió papá con una mueca.

Harry me miró con el ceño fruncido, con la duda reflejándose en su rostro.

—¿Entonces?

Le sonreí.

*


—No puedo creer que cenen en el suelo.

GOLDEN - 𝑯.𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora