「Uno」

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El pequeño Rindou de tan sólo 10 años se encontraba llorando hecho bolita debajo de la cama mientras abrazaba y aferraba fuertemente a su peluche de pulpo junto con un sobre que su hermano mayor le había dejado antes de irse hace unos años

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El pequeño Rindou de tan sólo 10 años se encontraba llorando hecho bolita debajo de la cama mientras abrazaba y aferraba fuertemente a su peluche de pulpo junto con un sobre que su hermano mayor le había dejado antes de irse hace unos años.

Llevaba alrededor de dos horas debajo de la cama que solía ser de su hermano mayor, lo quería abrazar y que le dijera que todo estaba bien, que le contara alguna historia o uno de sus cuentos favoritos, quería sentirse seguro en los brazos de su hermano una vez más, pero lamentablemente ya no sé podía, su hermano se había marchado junto con su madre, y con él se fue el cariño y amor que recibía de parte de su hermano, así como su único apoyo.

Los gritos de la señora que actualmente está con su padre lo asustaban, no comprendía el porqué no se pudo ir con Ran cuando él se fue con su madre, ¿por qué lo dejó en ese feo lugar? ¿Por qué no lo llevó con él? ¿Por qué esa vez sí aceptó irse con su madre cuando las veces anteriores Ran la había rechazado por quedarse a su lado? ¿Acaso era cierto todo lo que decían aquellas señoras que han estado antes con su padre? ¿Su hermano no lo quería? ¿Por eso lo había dejado en aquel lugar? ¿Su madre no lo amaba como ella decía hacerlo? Esas y muchas más preguntas empezaban a rondar la pequeña mente de Rindou.

El fuerte grito de aquella señora lo hizo volver a la realidad, por lo que rápidamente cubrió su boca con sus manos para evitar soltar algún sollozo y ella descubriera dónde estaba, porque sí, su padre siempre les tenía prohibido por completo que cualquiera de las mujeres que estaban con él entrara a ese cuarto en específico, y no, no fue porque quería ver al menor feliz, si no porque sabía que pasaría todo el día ahí, por lo que le facilitaría el no verlo, así no le recordaría a su ex-esposa y a su otro hijo, si es que realmente lo era.

— ¿DÓNDE MIERDA ESTÁS MOCOSO?! AÚN NO HAS LIMPIADO LA MESA NI LA SALA, TU JODIDO PADRE NO TARDA EN LLEGAR Y YO NO SOY TU PUTA SIRVIENTA.

Se estremeció en su lugar ahogando su sollozo, no quería, odiaba que lo trataran así, se encogío en su lugar y abrazó más fuerte aquel peluche, quería sentirse a salvo, quería estar a lado de Ran, y con todo el miedo del mundo que podía sentir un niño, dejó el peluche en el cuarto y con mucho cuidado guardó aquella carta en uno de los cajones en las que había la poca ropa que su hermano había dejado en aquel lugar. Una vez todo acomodado limpió su rostro y trato de calmarse, para que aquella mujer no le dijera nada, giró la manija con sumo cuidado y delicadeza de no hacer ruido alguno para no alertar a la mujer; abrió lo más despacio que podía, tratando de que la puerta no rechinara y rezando porque no se le ocurriera subir en dirección al cuarto, al abrir lo suficiente para que su cuerpo pudiese pasar, tomó la manija del lado contrario y lo agarró para poder repetir el mismo procedimiento pero ahora para cerrar la puerta, por un segundo creyó que no lo lograría, al haber cerrado la puerta giró con mucho cuidado la manija para ahora si poder ir al baño a limpiarse un poco su rostro y aquella mujer no le dijera nada.

Al verificar que la puerta del cuarto estuviese bien cerrado, corrio lo más rápido y silencioso que pudo hacia el baño, cerró con seguro y dejando sus lentes sobre el pequeño estante que había, se lavó su cara, se secó con una de las toallas y se volvió a colocar sus lentes, para prevenir o evitar algo pensó en bajar la palanca del baño, para algo podría servir, ¿no? Respiro profundo antes de abrir la puerta del baño para bajar al comedor y hacer lo que había gritado hace un rato aquella mujer.

𝙋𝙨𝙮𝙘𝙝𝙤 𝙡𝙤𝙫𝙚Where stories live. Discover now