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BLAIR

Las pequeñas gotas de lluvia se sentían como leves caricias en la piel. Aquella lluvia que había sido mi compañera tantas veces, aquella que traía tantos recuerdos a mi cabeza tanto buenos como otros que no habían sido tan agradables y trataba de no sacarlos a relucir.

Mamá envolvía mis hombros en un abrazo y con una mano sujetaba la sombrilla tratando de cubrirnos de la llovizna mientras caminábamos hacia la escuela.

El domingo había sido completamente extraño. Traté de ver el teléfono lo menos posible, aunque era difícil ignóralo cada que la pantalla se encendía mostrando un mensaje de él.

─ ¿Estás segura que estás bien?─ preguntó mi madre.

─Si─. Agaché la mirada a mis pies recorriendo la banqueta de cemento en donde el agua quedaba impregnada.

─Blair, no tienes que hacerlo si es que no te sientes segura.

─Me gusta, me gusta bastante y no quiero echarlo todo a perder. Es distinto con él.

Mi madre se había sorprendido un poco después de contarle todo lo que había pasado con Zedd. Se alegró por saber que me sentía feliz cuando estaba con él, y a la vez tenía la misma amargura que yo.

Me despedí con un beso en la mejilla de ella y me puse la capucha de la chamarra que llevaba puesta.
Pasé entre los pasillos buscándolo con la mirada, aunque no lo vi por ningún rincón de la escuela.

Las horas transcurrieron y no podía poner atención aunque lo hubiese tratando. Me mordía las uñas ansiosamente. El sonido de los lápices y plumas contra las hojas me colmaban la paciencia.

La campanilla se escuchó anunciando el final del día, tomé mis cosas rápidamente y fui directo a su casillero.

Estaba de pie junto a las puertas azules y la gaveta abierta en donde metía sus libros. Usaba una sudadera negra, como toda su vestimenta y tenía la mirada cabizbaja.

Me acerqué tratando de no perderlo de vista. Las piernas me temblaban y tenía una sensación extraña en la boca del estómago cada que estaba un centímetro más cerca del chico.

─Hola─. Dije.

─Hola─. Respondió mirándome inexpresivo.

─Creo que te debo una explicación.

─Blair no me debes nada─. Cerró la puerta de su casillero y colgó la mochila en un hombro.

─Te lo contaré.

─No tienes que hacerlo...

─Quiero hacerlo.

Zedd asintió comprensivo.

─ ¿Podemos ir a la colina del otro día?

─ Por supuesto.

Sacó las llaves del bolsillo de su pantalón y me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Caminamos a lo largo del pasillo. En un momento su mano rozó con la mía pero no quiso tomarla por temor a como fuera a reaccionar ante su tacto en este momento, cuando en realidad yo solo quería que me envolviera en un abrazo y olvidarme de lo que había pasado.

Condujo en dirección al lugar que tanta paz nos había transmitido el día que estuvimos allí.

No dijo ni una sola palabra en todo el camino y el estéreo se quedó apagado sin emitir ninguna melodía para llenar el silencio.

Bajamos del auto y esperó hasta que yo estuviera junto a él para dejarme subir por delante las escaleras.

El cielo estaba empañado en tonos grisáceos y las nubes que avecinaban una tormenta tapaban los ligeros rayos que se escabullían en rastros de sol.

Los días que pasé junto a ti (COMPLETA) Where stories live. Discover now