Capítulo 15

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No podía creer que estuviera examinándome frente al espejo para ir a aquella fiesta. No me creía que, aún así agotada por el trabajo, estuviera decidiendo ir allí pese a que podía ser que no descubriera nada en cuanto a mis posibles sentimientos hacia Cedric.

Ni siquiera sabía bien por qué había vestido algo bonito si no planeaba quedarme toda la noche allí. El jean negro ajustado acabaría por cortarme la circulación de las piernas, las botas me harían besar el suelo en cuanto diera un paso, y el corsé negro estilo lencería dejaba ver más de lo que me hacía sentir cómoda.

A pesar de no ser la ropa que usaría a diario, sí me veía muy bien en ella. Me maquillé lo suficiente como para no llamar la atención de mi madre, sabiendo que la idea de que su hija fuera a fiestas le desagradaba, y me salí de la habitación con cuidado. Si pasaba desapercibida, mucho mejor.

La razón por la que aquellas no le gustaban era por la misma que la mía; abundancia de alcohol, drogas, sexo descuidado, y más. Si bien estábamos en la misma página en cuanto a eso, ella aún no comprendía que yo podía negarme a todo eso y que lo hacía. Que ya era una adulta que podía tomar mis propias decisiones y marcar mis propios límites.

Bajé las escaleras, rogando por mi vida para que mi madre se encontrara durmiendo, y guardé el móvil en el abrigo que ahora me encontraba vistiendo.

—¿A dónde vas? —Fue su voz la que me provocó largar un chillido.

Había sido inevitable. Cuánto más intentas ocultar algo, más se da a relucir.

Dibujé una convincente sonrisa al voltearme hacia ella. Sus ojos me inspeccionaban de pies a cabeza mientras intentaba cubrir mi ropa con el abrigo.

Tragué grueso.

—Emilia me ha invitado a su casa —solté —. Hará una pequeña reunión.

—Últimamente, pasas mucho tiempo con ella. ¿Acaso has olvidado que tienes una mejor amiga?

—Zara se está follando a Leo, mamá —revelé sin más —. Y lo ha estado haciendo por mucho tiempo.

No quería que insistiera con ella. No quería tener que ocultarle más cosas si era probable que fuera a descubrirlo porque la gente hablaba.

Sus pulmones se llenaron de aire y eliminó aquel con la misma intensidad. Como yo, ella tampoco se lo había esperado.

—Tu padre ha enviado algo —cogió un sobre del bolsillo de su pantalón —. Es dinero.

Sonreí. Puede que no pudiera verlo ni escucharlo pero, al menos, había cumplido con su palabra.

—No hagas esperar a Díaz —casi que me ordenó, empujándome con ligereza hacia la puerta —. Guardaré el dinero de tu padre con lo demás en tu cajón.

¿Qué tanto mal podía hacer tomarme esta fiesta como lo que era y no estar odiando a la multitud de gente, el olor a cigarro, los ebrios que chocaban conmigo, y todo lo que conllevaba?

Por una vez, me gustaría poder disfrutar de una como en las películas: tener la pista para mí misma, dejarme llevar por la música y sentirla hasta los huesos.

—Por cierto —Me volteé hacia ella antes de atravesar la puerta para encontrarla con su mirada en el suelo —, ¿cómo se encuentra él?

La ausencia de mi padre todavía le dolía. No quería demostrarlo, pero la conocía mejor de lo que desearía. No necesitaba que me viera a los ojos para que lo notara.

—Ha sido duro para ambos —dije —, pero se encuentra tan bien como tú.

Una diminuta y casi imposible de ver sonrisa se dibujó en sus labios, y me dirigí hacia aquella verdad que no me había atrevido a decirle a mi madre.

Noches Oscuras © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora