Capitulo 9: ¿Puedo hacerte una pregunta?

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Le abrí la puerta nada más apagar el motor para poder cogerla otra vez en brazos. Pero no quiso

-Puedo salir yo, Colin

-No puedes andar, Sam

-Claro que puedo. Mira -nada más poner el tobillo en el suelo soltó un pequeño gritito

-¿Ves como no puedes?

"Doña Autosuficiente"

-Claro que sí. Si lo intento con el otro pie, tal vez...

"Basta"

-Samantha, déjame cuidarte, por favor -dije a escasos centímetros de ella. Esperaba que, con la misma frase que le susurré mientras estaba borracha, funcionase ahora. Y así fue

La agarré de nuevo y cerré la puerta bruscamente con el pie. Entramos en casa de una forma un poco difícil (no había soltado a Sam para abrir la puerta), pero en cuanto estuvimos en el salón, la tumbé cuidadosamente en el sofá y le quité la bota para después poner el tobillo en un cojín y estuviese más cómoda. Fui con paso ligero a la cocina y mojé un trapo que estaba encima de la mesa y rompí un par de cubitos de hielo. Los puse dentro y até el trapo por las puntas

-Es hielo. Para bajar la inflamación -le dije cuando volví a su lado. Le puse poco a poco el trapo encima, pero ella soltó un pequeño quejido- Perdón. ¿Te he hecho daño?

-No, tranquilo. Es el frío del hielo

-Oh -le presioné un poco el trapo al tobillo- Por cierto, ¿dónde está la pomada que ha dicho tu abuela? Debería ponerte un poco

-Colin, ya has hecho mucho, en serio. Puedo apañármelas yo sola

"Y de nuevo..."

-Samantha, por favor

Y volvieron esos ojos de niña indefensa a su cara

-Está en el armarito del espejo del baño de abajo. El envase es amarillo

No tardé ni veinte segundos en ir y volver con la pomada en la mano, el único envase amarillo que había en el estante

-¿Es ésta?

Ella asintió

-Puedo hacerlo yo sola, Colin

"Ya estoy harto"

-Eres muy terca, ¿sabes?

Ella abrió los ojos ante mi comentario

-Oh, vaya, perdona si no quiero que alguien con el que no tengo mucho trato quiera sobarme el pie

Yo me reí ante la forma en la que lo dijo. Le había visto hacer cosas en la fiesta que perdían importancia al lado de un masaje de pies

-Samantha, deberías de ser menos terca -dije mientras ponía su tobillo en mi regazo para huntarle crema

-Y tú deberías dejar de llamarme por mi nombre completo. Nadie lo hace. ¿Por qué tú sí?

-Porque es la única forma en la que cedes y te tranquilizas -la miré pensando en la niña que salía al pronunciar su nombre- Además, es bonito

-Bueno, al menos así evito que me confundas con un chico, ¿no?

Y sacó a la mesa el momento más humillante y vergonzoso de toda la estancia en esta casa

-Pensé que lo habías olvidado

-Es algo difícil de olvidar. Sobre todo si se dice como presentación

"Bastante difícil"

-Estaba nervioso y confuso. Había visto varias fotos y en todas aparecía una niña pequeña con un hombre -miré cada una de las fotos en busca de alguna en la que sólo estuviese ella sola, pero no la había- Pensé que eras el hombre. Y te llamabas Sam, así que...

SIN IDENTIDAD: La otra caraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora