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Alisa aferró con fuerza sobrenatural el cuchillo a su vientre mientras se levantó de la silla y comenzó a caminar hacia atrás instintivamente al ver un ojo oscuro a través del agujero de la puerta.

El hombre intentó vislumbrar algo a través del hueco que el hacha acababa de hacer. Estaba todo muy oscuro, pero la respiración agitada de ella sirvió de confirmación para el extraño. Su espalda tocó la pared de al lado de la entrada, y no pudo evitar dar un respingo cuando el hacha volvió a atravesar la puerta, desprendiéndola de las bisagras por completo y destruyendo la cerradura. Un haz de luz atravesó el sótano, a pesar de ser de noche, cuando la puerta fue arrancada de cuajo y el invasor puso los pies dentro de la vivienda de ambos hermanos. 

Una linterna iluminó la estancia, cosa que permitió a Alisa ver al atacante. Llevaba unas gafas pequeñas de un azul azabache y su rostro parecía consumido. Tenía las mejillas hundidas. No era de complexión demasiado robusta, pero sí lo suficiente como para tumbarla de un puñetazo si la alcanzaba. El hombre dio dos pasos y empezó a iluminar la estancia con lentitud. Alisa, que no fue detectada por el hombre en su entrada al sótano, se encontraba situada entonces tras la espalda del invasor. Se acercó sigilosamente, con el corazón en un puño y el cuchillo preparado. 

El extraño sacó entonces una navaja y murmuró unas palabras en voz baja: "lo siento". Abrió la navaja y la hoja relució bajo la luz de la linterna. Antes de que el asaltante tuviera tiempo de hacer algo, Alisa se deslizó hacia sus piernas e hizo un corte por encima de su talón derecho, justo en el tendón de Aquiles. Las piernas del susodicho se doblaron automáticamente mientras un grito de dolor se escapó de su interior. Abrió la mano izquierda y la linterna cayó al suelo. Se llevó esa mano a la herida y profirió un millón de maldiciones mientras la habitación se sumía en sombras, únicamente iluminadas por un pequeño haz de luz que se desparramaba en el suelo junto con la linterna.

Alisa quiso aprovechar esas sombras para escabullirse y poner distancia entre ambos, pero el delincuente fue más rápido y giró la mitad del torso en su dirección. Sin dejarle tiempo para escapar la agarró del cabello y tiró de ella hacia atrás. Alisa sintió como si le arrancaran el cuero cabelludo y se vio arrastrada hacia el lado contrario al que pretendía ir. Cayó de espaldas con un golpe seco y sintió que todos los huesos le rebotaban y se petrificaban. Tirada en el suelo se mantuvo unos segundos sin poder moverse, con todo el esqueleto paralizado por la caída y el miedo. Aquellos segundo parecieron una eternidad. Pudo ver a la perfección y, a la vez, de forma borrosa el rostro del hombre, que lucía un expresión horrenda entre el dolor y la irá. Tenía la boca abierta y enseñaba los dientes, como un perro rabioso. La estaba maldiciendo a gritos, y sin embargo Alisa no lograba escuchar a penas nada mientras gotas de saliva le salpicaban el rostro. Su cabeza se encontraba contra el suelo y notó cómo su cabello empezaba empaparse de sangre que manaba de la herida del extraño. Este último aún tenía su pelo agarrado en un puño y lo usó para tirar de ella y levantarle el torso del suelo.

Antes de que pudiera reaccionar, el atacante le clavó un puñetazo en la boca del estómago. Alisa notó como el puño se hundía en su piel y los músculos y órganos recibían todo el impacto. Sintió que el hígado le subía a la garganta. Se halló aturdida, como si no tuviera el dominio de su cuerpo. Estaba claro que su rival no esperaba aquel ataque y estaba más que enfadado. Tras aquel golpe vino otro, y otro. Y otro más. Alisa pensó que en cualquier momento las tripas le iban a explotar; como un globo. El hombre por fin soltó su cabello y se puso en pie con dificultades. Ella a penas podía mover un músculo. Se encogió con lentitud y comenzó a toser. El otro observó la herida y maldijo de nuevo. Volvió a mirarla y desde allí arriba, que para Alisa parecía la altura de un gigante en aquellos instantes, le escupió en la cara. Al ver que aún podía caminar, el hombre procedió a intentar registrar el lugar en busca de la carta. Movió los utensilios de la pequeña cocina de los hermanos que a penas tenía derecho a llamarse "cocina". Revolvió las cosas y las tiró al suelo. 

Rey de corazonesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin