Sophia, la mejor de las alumnas de la lujosa escuela militar para huérfanos, descubre que es descendiente de sus sanguinarios enemigos mágicos, los Wiszhwiszh. Dotada de nuevas habilidades mágicas, se enfrentará a la decisión de usar sus poderes par...
Sophia salió a flote y miró a su alrededor. No había rastro de Mr Sky. Se hundió a buscar a su amigo patiatado y aunque solo tardó menos de medio minuto en encontrarlo a ambos les pareció una eternidad. Sophia nadó con Mr Sky a la orilla y este empezó a vomitar de nuevo agua y más agua.
—Lo siento, amigo —le dijo Sophia mientras lo desataba.
Una vez que Mr Sky hubo vaciado todo el estómago y dejó de toser Sophia se tumbó a su lado y le acarició el lomo. Ambos estaban exhaustos y necesitaban recuperarse de las emociones vividas en las últimas horas. El sol ya había salido y les regalaba los primeros rayos. Era la segunda vez que Sophia veía el sol desde que había nacido y por un momento se sintió sumamente feliz.
Pero la falsa felicidad es frágil y se desvaneció cuando oyó cómo crujía una ramita. Sophia se giró sobre sí misma en el suelo y se puso de pie de un salto. Al otro extremo del río, bajo un sauce llorón de color violeta, había dos wiszhwiszh de su edad que la miraban, la chica con timidez y el chico con desprecio.
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—Hola —dijo la chica wiszhwiszh con una voz dulce mientras que su larga melena lisa de color miel y su vestido hasta los tobillos de pétalos blancos se mecían hacia atrás.
Sophia no contestó. Salió corriendo a toda velocidad en la dirección contraria, seguida de Mr Sky, pero a los pocos segundos el mismo chico wiszhwiszh de espalda ancha, pelo moreno y despeinado, y ojos turquesas, le cortó el paso plantándose delante de ella con los brazos cruzados. Sophia aprovechó la carrera para sacar el codo y chocar contra él con todas sus fuerzas, pero en el momento preciso en el que va a derribarlo, este desaparece y aparece un metro más a la derecha.
Sophia cayó al suelo con el brazo en mala posición y se dislocó el hombro con mucho dolor. Intentó levantarse lo más rápido que pudo, pero no fue fácil y parecía un perro dando vueltas antes de hacer caca. Cuando por fin pudo ponerse en pie estaba cara a cara del wiszhwiszh y se sostuvieron la mirada.
—Buh —dijo el chico y se puso a reír cuando Sophia dio dos pasos atrás y ese pequeño movimiento hizo que viera las estrellas a pesar de tener sujetado el hombro con la otra mano.
—¡Vale ya, Robel! —dijo la voz dulce de la chica que apareció por detrás de Sophia—. ¿No ves que la estás asustando?
—¿Y ellos no nos asustan a nosotros? Es lo mínimo que podemos hacerles.
—¡Ella no es así! —le dijo la desconocida a su compañero.
—Sabrás tú cómo es ella...
La wiszhwiszh le puso la mano encima del hombro herido a Sophia e intentó salir corriendo de nuevo agachándose por el dolor y volvió a pararse unos metros más lejos y levantó la cabeza.
—¡No me toquéis, asesinos! —dijo Sophia con todo el odio que le salió de dentro.
—¿Qué te había dicho, Lilith? —dijo Robel—. Son unos locos ingratos.