Act 11 /StanXeno/

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Act 11: Bullying

Era una curita azul, con pequeños cohetes estampados como decoración en la misma. La colocó sutilmente sobre la herida de su rodilla luego de haberla desinfectado y limpiando con paciencia. Finalizando colocando sus labios sobre esa bandita, dando un pequeño beso para apartarse después, curvando una sonrisa amable en sus labios. Se avergonzó de inmediato ante ese acto tan repentino, atinó a abrazar sus rodillas contra su pecho intentando ocultar la vergüenza en su rostro, que se manifestó con un notorio sonrojo. Su amigo suelta una pequeña carcajada notando de inmediato el bochorno de su compañero.

—El beso estaba de más, Stan—, replicó, inflando sus mofletes ligeramente. Su amigo, un extrovertido rubio de su misma edad echa a reír con más ganas—¡Deja de burlarte!

—¡Es que te ves muy lindo! El beso era necesario, total y completamente necesario—, afirmó llevando sus manos tras su nuca. Era una tarde como cualquier otra, un agradable viento soplaba, alborotando sus cabellos mientras ellos reposan acostados en la grama, viendo el cielo y dando formas a las nubes. Siempre hacían eso cada que terminaba de curar a Xeno, ya era una costumbre más que común que su vecino y amigo de toda la vida viniera con moretones, raspones y cortadas de todo tipo. Observó de reojo, Xeno estaba inmerso en el modelo de cohete que había traído, bueno, lo que quedaba de ese modelo por qué estaba destrozado. Juntaba los trozos para volver a armarlo y ver que piezas faltaban—. Esos idiotas están cada día peores, deberías empezar a defenderte Xee. No siempre podré cuidarte.

—No te pido que me cuides, Stan. Y no es que yo sea muy fuerte, e intentar razonar con esos mandriles es inútil, prefiero toparme con ellos lo menos posible—, admite suspirando, voltea el rostro y le sonríe—, hablemos de algo infinitamente más interesante y elegante: mañana habrá una lluvia de estrellas, ¿Puedes acompañarme al claro? Para verla juntos con mi telescopio.

—Hum, mañana me toca ir al campo de tiro con mi viejo—, dijo bufando un poco molesto. Le gustaba ir al campo de tiro, pero no le gustaba ir con su padre—¿Está bien si es después de las seis?

—¡Está bien! Te esperaré, Stan. Un fenómeno así es increíble de presenciar… y me gustaría, realmente me gustaría verlo contigo.

—Xee—, el pequeño rubio se sonrojó y apartó su vista, rasca un poco su mejilla izquierda—, sonó casi como una cita, idiota.

—¿Está mal que lo sea?—Pregunta ingenuamente y Stan responde con un puchero—¡Oh Stanley, que poco propio de ti hacer pucheros!

—¡No molestes!

[...]

Xeno iba en bicicleta por la calle, eran las cinco y media de la tarde, estaba empezando a atardecer. En el asiento extra de la bicicleta estaba su telescopio, un modelo grande y bastante aparatoso, pero que era perfecto para ver estrellas en excelente resolución. Pero pronto tuvo que detenerse, vio a los tres granujas que siempre le molestaban esperándolo al otro lado del puente. No dijo nada, pero ya sabía que tenía que huir. Era un niño de diez años apenas, no gustaba estar en medio de confrontaciones. Pero no tenía la mejor de las suertes, por qué rápidamente fue bloqueado.

—¿Te vas sin saludar? Que maleducado—, el más grande y gordo del grupo lo baja de un jalón de la silla, los otros dos chicos toman su telescopio. Xeno empuja al chico gordo, usando cada gramo de su fuerza para zafarse e intentar recuperar su amada posesión—, ¡Ah! Te salieron cojones de repente ¿No Wingfield?

—¡Eso es mío! ¡No pueden tenerlo, granujas sin educación!—Chillo tratando de recuperar el estuche, pero los mocosos eran más altos y se pasaban el telescopio como si fuese una pelota. Sumado a que cada oportunidad lo empujaban, lo tironeaban como un muñeco. Sin darse cuenta que se estaban acercando peligrosamente al borde del puente—¡basta!

—¡Quiere llorar la niñita!

—¡Ven, intenta agarrar tu porquería!

Las desgracias pueden suceder muy rápido, un empujón demasiado fuerte por parte del niño gordo, entre risas, vieron como Xeno resbalaba y caía desde el borde del puente. No era un puente muy alto, estaba sobre un pequeño riachuelo, así que simplemente siguieron riéndose por qué creyeron que esa pequeña rata de biblioteca ahora estaba empapado. Pero las risas se esfumaron, se apagaron, cuando se dieron cuenta que ese niño había caído de tal forma que al darse contra el suelo, su cuello golpeó una roca, lo que conllevo a qué este se rompiera en el impacto y ahora estaba ahí, boca arriba, con sangre saliendo de su cabeza y cuello, llevada por el agua del riachuelo. Sus ojos abiertos, sin vida, mirándolos fijamente.

—Oh mierda…

—¿E-esta muerto…? ¡L-lo matamos!

—¡Hay que salir de aquí!

Tiraron el telescopio y la bicicleta al riachuelo, para que así a los ojos de las autoridades pareciera un accidente. Ya era de noche, el cuerpo de ese pequeño seguía ahí, con el agua pasando por encima de suyo, sus prendas empapadas para este punto, pálido por qué ya casi toda su sangre se había diluido con el agua. En su bolsillo empezó a sonar una y otra vez su teléfono. Pero el sonido solo hacía eco allí abajo, Stanley caminaba hacia el puente, algo molesto por qué su amigo no le respondía.

Hasta que escucho…
Escuchó la melodía del teléfono de Xeno cerca, "fly me to the moon" sonaba en la distancia. Extrañado siguió el sonido hasta estar en el puente, percatandose que venía desde abajo.

—¿Se le habrá caído el teléfono?—se cuestionó caminando al borde, para asomarse y comprobar si ahí estaba el celular de Xeno, de su amigo de toda la vida, su primer y único gran amigo.

...Las memorias son difusas, dijeron que él había encontrado el cadáver. Más el no podía recordar cómo lucía Xeno, no, solo podía recordar qué vió la curita azul con pequeños cohetes en su rodilla. Nada más, no recordaba tampoco el funeral, ni que supuestamente se había encontrado en una crisis tan fuerte que tuvieron que usar drogas para calmarlo. No, no recordaba nada, todo era borroso. Todo era tan confuso, tenía lagunas mentales dónde se encontraba a sí mismo llorando, otras golpeándose contra las paredes con rabia.

Le tomó un tiempo volver a conectarse al mundo, si, pero ahora estaba consciente. Más que consciente. Aunque su mente hubiese viajado un momento a las horribles memorias de ese día, ahora había vuelto, el olor de la pólvora estaba en el aire, en sus manos sentía todo el peso de la escopeta mientras apuntaba al maldito maricon obeso que estaba contra la pared. Fue tan fácil tomar la escopeta de su padre y ocultarla en el estuche donde llevaba su bate de baseball. Ni bien empezó con los tiros la escuela mandó a evacuar, pero a él no le importaba los alumnos, ni los maestro, a él sólo le importaba dar con el mocoso que ahora tenía enfrente.

Le miraba con miedo, pegado contra la pared y con lagrimones en los ojos, llorando de una forma tan ruidosa que le hacía doler la puta cabeza.

—P-Por favor…—murmuraba, su labio inferior temblaba—n-no, no me mates… h-hare l-lo que quieras… n-no me mates…

—¿Lo que yo quiera…?—susurro, arqueando una ceja—¿Todo lo que quiera?

—¡S-Si, l-lo juro! L-lo que sea…

—...—Stanley sonríe, sonríe de lado mientras una lágrima caía por su mejilla. Sus ojos estaban bien abiertos, la iris verdosa temblaba ansiosa reflejando a esa pequeña escoria, apretó fuerte los dientes sin dejar de sonreír, su índice tantea el gatillo—...Devuelveme a Xeno…

Y disparó.

Angstruary 2022Where stories live. Discover now