LA PROMESA

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Por Ana Vor, Cata y Mariam



Capítulo 1: Quiero que me hagas una promesa...


Un dedo tembloroso pulsó el timbre de aquella puerta de madera oscura. ¡Dios mío! ¿Pero qué hacía ella allí? Cumplir una promesa, eso hacía... Cumplir la última promesa que le hizo a su marido... Está bien, Betty, cuando él abra la puerta se lo preguntas, él, por supuesto te contestará que no, tú le darás las gracias y te marcharás... Sí, eso haría. Esperaba que Don Armando estuviera en casa, si no todo aquello tendría que esperar, y ella debería volver a pasar por la ardua tarea de volver a mentalizarse para el reencuentro... Michel, ¿por qué me hiciste esto?, se preguntó lamentándose mientras alzaba la vista al cielo.

Hacía ya casi dos años desde la última vez que vio a Armando Mendoza en aquel día en que él le informó que renunciaba a EcoModa para que ella misma no lo tuviera que hacer. Él se marchó, tal y como le prometió, y ella... ella acabó su gestión como presidente de EcoModa, se la entregó a Don Roberto sin ninguna deuda, y se marchó a Cartagena, con Michel...

Al pensar en él una sonrisa acude a sus labios... Michel... ¡Dios, cómo lo extrañaba! Hacía tan sólo dos meses que él se había ido, y a ella le habían parecido una autentica eternidad. Lágrimas de tristeza acudieron a sus ojos, y Betty parpadeó repetidamente para ahuyentarlas. Ahora no era momento de ponerse triste. ¿Qué pensaría Don Armando si se la encontraba en su puerta llorando? Creería que se había vuelto loca, oj oj oj oj.

Sin querer sus pensamientos viajaron hasta el momento en que le hizo a su marido aquella extraña promesa. Llevaba ya año y medio viviendo en Cartagena compartiendo el apartamento con él, cuando Michel comenzó a sentirse mal y a tener aquellos fuertes dolores. Tras mucho insistir, él por fin accedió a hacerse un chequeo completo, siendo los resultados del todo inesperados, a la vez que demoledores. Michel tenía una leucemia muy avanzada y los médicos no le daban mucho tiempo de vida.

Fue entonces cuando sucedió. Él le volvió a pedir matrimonio, y esta vez ella no pudo negarse. No, no podía dejar de hacer feliz al que se había convertido en su mejor amigo. Por que Michel era su mejor amigo además de la persona que mejor parecía entenderla.

Hasta ahora todos los intentos de acercamiento por parte de él habían sido rechazados de manera amable por Betty, pero esta vez no podía. Él la amaba y ella lo sabía, pero aunque lo deseara con todas sus fuerzas, Beatriz no podía corresponderle. Y seguía sin poderlo hacer, pero a él no le importó. Tan solo quería ver su sueño cumplido, casarse con el amor de su vida aunque después de la boda su relación siguiera como hasta entonces, disfrutando de su mutua compañía, pero por las noches cada uno en su propia habitación... Y en una soleada mañana, en una de las playas de Cartagena, ambos se casaron.

Betty pensó que esto ayudaría en la recuperación del francés. De hecho se tomó la salud de él como un reto. No hacía más que decirle en que daba igual lo que los médicos dijeran, que si él luchaba podría vencer a la enfermedad, lograría vencer a su propio cuerpo que parecía estarle gastando una mala pasada... Michel sonreía débilmente y le asentía para mostrarle que estaba de acuerdo con ella, pero en el fondo sabía que eso no ocurriría, y que él finalmente moriría. Por ello ideó un plan, un plan para que su dulce esposa no se quedara sola. Betty era de esas personas que necesitaba marido e hijos para ser feliz, aunque ella lo negara rotundamente.

Así que uno de sus últimos días de vida, tumbado en la cama del hospital, comenzó la conversación que haría iniciar ese plan.

Michel: Betty, tenemos que hablar –dijo con voz algo entrecortada pero con una sonrisa en los ojos a pesar del dolor que sentía.

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