Capítulo II

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Su hermana había dejado unas cartas para sus padres y para él. Mathieu no sabía si tendría la valentía de abrirla, la tenía sujeta con fuerza en su mano. Era un sobre típico para una carta, tal vez un poco grueso como si tuviera más de un par de hojas, no debería pesar mucho, pero tal vez porque eran las últimas palabras de su hermana se sentía pesado entre sus dedos, casi como si fuera a caerse al suelo si no lo sujetaba lo suficientemente fuerte. 

El hombre de terno, el albacea¹ tenía una carpeta abierta frente a él mientras decía todo.

— Está todo autorizado frente al notario. El señor Jean rechazó cuidar a sus hijos desde el divorcio y está en ubicación desconocida, la señora Mylene tenía la custodia completa y designó como tutor de sus hijos al señor Mathieu Rusell. También dejó todo a su nombre, su herencia, su casa, su auto. La señorita Mylene tenía un seguro de vida en caso de accidente o muerte, ese dinero será depositado a la cuenta que nos indique su heredero. Yo me encargaré de que todo pase a su nombre. Necesito su firma y huella en cada línea indicada aquí, aquí y aquí- 

Mathieu escuchó todo aún confundido, arrugando un poco la carta en sus manos mientras sujetaba el lápiz con la otra.  

Cuando salió de la sala aún se sentía algo inestable, sus padres estaban a su lado y sabía que lo apoyarían en todo, pero él era el tutor. 

Su hermana lo había escogido a él. 

Aún le costaba procesar eso.

Mathieu se permitió cuestionar un poco la inteligencia de su hermana.

¿Es en serio, Mylene? La herencia, tu coche, tu casa lo entiendo un poco, pero ¿Tus hijos? ¡¿Enloqueciste?! ¿No puedo ni tener hijos y esperas que críe a los tuyos? ¿¡Cómo voy a criar niños de la noche a la mañana?! Probablemente queme tu casa y choque el auto en un santiamén, imagina lo que pasará a los niños” 

Se quedó viendo a los niños desde la puerta. Los pobres habían presenciado todo y tenían problemas para dormir, despertaban pidiendo por su madre o simplemente gritaban desconsolados.

Yvette era la menor, tenía solo 8 meses, estaba de estómago cerca de su hermano, girando de lado, un poco, mientras se entretenía robando los legos de su hermano y los ponía en su boca.

Yven, el mayor, tenía poco más de tres años, y parecía acostumbrado a jugar con legos llenos de baba porque apenas Yvette los dejaba de succionar, los usaba para su torre. 

Ambos estaban demasiado sombríos aún, no parecían entender que no importaba cuánto llorarán, su madre no volvería, pero por fin se habían distraído con los juegos que los adultos le acercaron.

Mathieu sintió a su madre detenerse junto a él antes de ir con sus nietos.

— No te preocupes, podemos criarlos aquí, puedo cuidarlos. 

Parecía cansada, y algo derrotada, había perdido a su única hija, pero aquí estaba de pie, jugando con sus nietos porque era la mujer más fuerte que conocía... además de su hermana.

Mathieu se encerró en su cuarto para abrir la carta a solas. Le había tomado unas horas tomar la valentía, pero necesitaba leerla, tenía niños que cuidar. 

Hey, Matt. 

No sabía como comenzar esto, pero pensé, es Mathieu, mi hermano, lo vi cuando cambiaban sus pañales y miraba a otro lado cuando se encerraba demasiado en el baño a horas extrañas de la noche, puedo saludarlo así de informal. 

Si estás leyendo esto seguramente algo me paso.

Si te preguntas porque estoy escribiendo esto es porque me di cuenta de cuán frágiles somos. El otro día estaba trabajando y una mujer se desmayó frente a mí, allí, a media compra de ropa. La mantuvieron con reanimación hasta que llegó la ambulancia; la ambulancia fue rápida, pero no lo suficiente, llegó muerta al hospital, dos infartos así de la nada. 

Alfa estéril Where stories live. Discover now