CAPITULO VEINTICINCO LA NUEVA BESTIA.

17 5 5
                                    

"Puede que sea inevitable. Puede que en realidad tengamos que elegir entre no ser nada o fingir lo que somos."
Jean-Paul Sartre.


Lonan mordía desesperado grandes pedazos del corazón de Geenebra, el dolor era demasiado pero ella seguía consiente de lo que ocurría aunque sin poder decir una sola palabra, no debía resistirse, no debía de rechazarlo. El agudo y punzante dolor de ser devorada viva tendía sobre ella un manto negro mientras se preguntaba si sería la muerte viniendo a reclamar su alma, entonces voces provenientes de todas partes llegaron a su cabeza.

"Geen, ¿Por qué eres tan curiosa? ¿Por qué nos preguntas esas cosas?" Escuchaba decir a su madre Serha en algún lugar de aquella negrura.

"Geen, no acoses a tu madre con esas preguntas sobre todo, solo aprecia la tranquilidad que nos rodea, agradece que vivimos en tiempos hermosos". Le recomendaba la voz de su padre.

"¡Geen, he completados las horas de voluntariado, podemos ir a solicitar nuestro matrimonio!". Ahora era Kaoul el que le hablaba, feliz porque uniría su vida a la de ella.

"Estos son los cuidados que debe tener con su hijo; recuerde que un hijo es el tesoro más preciado para usted y para nosotros, y que solo podrá tener uno". Escuchaba decir a una vampiresa.

Eran sus recuerdos, los escuchaba con una claridad increíble, como si estuviera pasando todo por primera vez. Después vino el llanto de un niño pequeño que clamaba por su madre, era Nore en una de tantas ocasiones en que la había despertado a media noche, no por hambre ni por ningún inconveniente en especial, solo porque al niño le gustaba estar en los brazos de su madre y ella amaba acudir a su llamado sin importar la hora o el cansancio.

Escuchó la voz de Stellan cuando pasaban aquellas tardes conversando en el campo de los aerogeneradores, la voz de Aleenah cuidándola durante su conversión, las palabras muchas veces incomprensibles de Iyali y las conversaciones que había tenido con Adrien, las desagradables como las entrañables.

En medio de ese viaje por aquel mar de oscuridad sintió como Lonan era arrancado a la fuerza de su labor de devorar su corazón.

Eydis lo separó por la fuerza del agujero en el pecho de Geenebra, ella apenas los alcanzó a ver como si se movieran en medio de un sueño brumoso, como Lonan peleaba y gruñía como una bestia salvaje, mientras que la vampiresa haciendo uso de sus dones lo sometía con golpes y jalones, dirigiéndolo así a la otra habitación donde el cuerpo desnudo de Iyali lo esperaba y donde podría acabar de saciar sus instintos. Ahora lo que debía hacer era ayudar a Geenebra a que sobreviviera y se transformara con éxito.

Antes de encerrarse los cuatro en aquellas habitaciones, Lonan le dio ciertas indicaciones a Eydis sobre cómo utilizar el polvo que los ayudaría sanar.

—En el caso de Geenebra debes llenar el hueco que habrá en su pecho y cubrirlo con un vendaje, su cuerpo absorberá el polvo, de modo que deberás revisar constantemente para que sigas llenando el hueco... será todo un espectáculo, podrás ver como se regenera un corazón por completo, como se crean nuevos músculos, se soldán huesos y finalmente la regeneración de piel; puedes grabarlo si quieres. —Explicó con cierta fascinación un tanto morbosa. —En mi caso no tendré ninguna herida, será lindo poder comer sin pelear para variar, pero te agradecería que mezclaras unas cucharadas del mismo polvo con un poco de agua para acelerar mi recuperación; entre más rápido acabemos con el proceso será mejor.

Y siguiendo esas instrucciones al pie de la letra comenzó el tratamiento en cuanto logro guiar a Lonan hacia su siguiente víctima. Geenebra se encontraba en un charco de sangre sobre la cama, con el pecho desgarrado y su cuerpo en violentos espasmos debatiéndose entre la vida y la muerte. Tan veloz como le fue posible comenzó a verter los polvos en la herida de Geenebra y esta soltó un instintivo suspiro de alivio, seguido por la evidente relajación de todo su cuerpo, le colocó una compresa encima y comenzó a limpiar la sangre que la bañaba.

En los tiempos de los DiosesWhere stories live. Discover now