CAPITULO VEINTISEIS. LA DIOSA DE LAS RUINAS.

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"Mi nombre es ruina, mi nombre es venganza.
Mi nombre es nadie (...)
Mi nombre es ruina, mi nombre es corazón roto (...)
Mi nombre es una canción de guerra (...)
Mi nombre es ruina, mi nombre está roto"
My name is ruin. Gary Numan.


Después de que Geenebra despertara, los hijos de Iyali tomaron los restos de su cuerpo, limpiaron cada centímetro de su piel con infinita dedicación, envolvieron el cuerpo en un lino blanco perfumado; finalmente entre Lynae y Adrien la llevaron en brazos al exterior del edificio mientras los demás montaban un altar de madera donde colocaron el cuerpo de la Madre de Todos para encender la pira funeraria.


El fuego iluminaba el rostro de todos, el humo se alzaba hacia los cielos mientras las cenizas flotaban en el aire, el cuerpo de Iyali se consumía despacio, pero no había tristeza en esta despedida porque todos sabían que el alma de la reina descansaba y que no se encontraban del todo solos.

Aleenah hacia las ultimas notas sobre lo ocurrido con Geenebra, tomaba medidas, signos vitales y muestras de sangre, un procedimiento muy parecido al que hizo cuando recién la convirtió en vampiro; todo ese proceso médico le recordó algo que sucedió de una forma tan fugaz que lo olvido casi al instante.

—Mis ojos... —Dijo en un susurro.

—¿Qué pasa con ellos, te duelen?

—No. Lonan me preguntó si ya los había visto así antes, cuando me puso ante el espejo, y le dije que no, pero eso no es cierto.

—¿De qué hablas?

—Cuando desperté de los malestares por la primera conversión me mandaste a lavarme, ahí en el baño vi mi rostro, lo estudie, estaba maravillada con mi aspecto y con todo mi cuerpo... mis ojos tenían entonces un ligero resplandor plateado; pero eso es normal, a todos les pasa, ¿cierto?

Aleenah observó a Geenebra con atención y un tanto de tristeza.

—Eso jamás me lo dijiste.

—No pensé que fuera importante o que necesitara decírtelo; además que después de eso todo pasó demasiado rápido, me enviaste por Iyali y luego tu... te dormiste.

—No fui una buena madre, te abandone, incluso Adrien pasó tiempo conmigo después de convertirme, el suficiente para aprender lo necesario de mi al menos y yo ni siquiera eso hice.

—No te culpo, jamás lo haría. —Dijo Geenebra eximiendo a su madre de toda culpa y sonriendo apacible, siendo así que el dolor por el hambre la hizo regresar a la realidad. —¿Entonces es normal o no lo que vi en mi aquella vez? —Preguntó cuándo el dolor pasó.

—No, no lo es. Jamás supe de algún recién nacido que presentara ese resplandor.

—¿Quizá entre los bendecidos?

—No lo creo, las ultimas bendecidas en nacer fueron Deeline y tú, y hasta donde se ella no presento esa característica.

—Vayamos con Lynae.

Sin decir más Geenebra tomó de la mano a Aleenah y salieron de la habitación en busca de Lynae. Al abrir la puerta Adrien las esperaba.

—Mi hermana se encuentra a unas puertas de aquí. —Indicó con prontitud.

Geenebra sonrió al ver a Adrien y su reacción, pero no había tiempo para detenerse a admirar a nadie. Al llegar a donde Lynae tocaron a su puerta y Jacks abrió enseguida, en cuanto entró formuló su pregunta.

—Lynae, tú fuiste la primera hija de Iyali, has estado ahí desde el principio. —Lynae asintió despacio. —¿Has conocido a algún recién nacido con...?

En los tiempos de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora