Estrías para tu belleza [✓]

Capítulo Treinta y ocho:

Capítulo Treinta y ocho: Alcanos, alquenos y alquinos.

Dione:

Miro el pizarrón con los resultados. No suelo quedarme a ver lo que saco en las notas con todos los demás, pero como las hermanas las pusieron antes de comenzar las clases no quería quedarme con la duda hasta que todos se fueran. No me fue mal.

Desde ayer tengo en la cabeza lo que pasó. No logro olvidar el golpe que le di a Jairo ni las palabras que salieron de mi boca. Jairo estaba borracho cuando aquello pasó, pero ni aun así puedo perdonarlo.

Lo de Barbie también me dejó tocada. Nunca pensé que estuviera enferma de algo que no tiene cura, el SIDA no es un juego, si hubiese atendido más a las clases de educación sexual cuando el Padre Felipe las impartía, ahora no tendría... eso. Me cuesta pensar el nombre, todos pensamos que no nos va a tocar, que nos vamos a liberar, pero el SIDA no tiene rostro.

Camino hasta mi mesa, es la primera ─porque todas las demás tienen mochilas en su sitio─. Me quedé dormida esta mañana y cuando vi la hora casi quería morirme, pensé que me había perdido la primera hora, pero luego recordé lo que dijo Lucre la noche anterior sobre la reunión de profesores. Eso me calmó un poco, tomé una ducha lenta y salí para acá. Pensé que a los chicos se les había olvidado el tema desayuno, pero Lucas me alcanzó con un vaso de leche que me hizo tomar en el pasillo. Gracias a eso tuve que subir a vomitar porque siento que he ganado algunas libras.

Esta tarde quiero llamar a mamá y a papá porque no sé de ellos desde el año pasado, también escribirle a la abuela para saber si este verano tendrá tiempo para mí.

Pongo mi mochila sobre la mesa con cuidado para que nadie me sienta y me acomodo. La clase con la que empezamos hoy es Inglés porque la primera hora ─Religión─ ya la perdimos. Creo que la semana que viene hay un examen, tengo que revisar en el mural. La hermana María entra al salón y el turno comienza. Nadie se sienta a mi lado y logro disfrutar de las conjugaciones de los verbos del temario en paz y tranquilidad. Promete que será un día de calma.

Un rato después estoy recogiendo mis cosas para ir a la tercera hora. Al parecer en la reunión no se habló nada que no debiéramos saber porque la profesora comenzó la clase como si nada. No vi a Barbie en esta materia y según el comentario generalizado no iba a estar hoy en la escuela.

Me dispongo a salir del salón cuando advierto una sombra en la última fila y me sobresalto. Es solo Frank. ¡Dios! ¡¿Qué diablos hace aquí?!

─Calma, amiga ─dice desde la última silla del salón sonriente─, no quise asustarte, esa nunca es mi intención.

Tienes las intenciones turbias, “amigo”.

─Lo siento, no te vi. ─Me excuso poniendo mi mochila en la espalda.

─Está bien ─susurra y de pronto su rostro se ensombrece─. Dione, hay algo que quiero pedirte.

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Lucas:

─¡Ni un jodido punto, Lucas! ¡Ni un jodido punto fuiste capaz de sacar en el examen! ─Me grita Lucrecia en lo que yo me dejo caer en mi cama.

Pensé que me había ido mejor en mi examen, pero por lo visto no acerté ni una. Creo que lo peor que hice fue crearle falsas expectativas a mi hermana con mi resultado ahora quiere asesinarme por algo que escapa de mi control. Soy un buen militar, pero un pésimo estudiante y para todo lo que he tenido encima en este último tiempo no es para que esté tan enojada.

¡Maldito sea el cotilla de Frank por decirle que había reprobado!

Ya hablé con la hermana para presentar un trabajo de recuperación. No es la primera vez que algo como esto me sucede y siempre los saco bien. Tampoco le he comentado a Lu que Stanley me quiere en su patana antes de lo que creí. Tengo una conferencia con él en estos días para ultimar detalles sobre mi partida. Tendré que realizarme un chequeo médico y quería contar con mi hermana para ello. Sé que estoy sano, pero me gustaría llevarme la seguridad.