Capítulo nueve

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Matthew fue furioso hacia su estudio, el no es el tipo de hombre que le guste lidiar con su esposa. En cuanto llego llamo a su más fiel sirviente.

—Prepara un carruaje voy a salir.

—Si señor.

Aquel muchacho salió rápido. Matthew subió hasta su habitación por su abrigo pero al pasar por la habitación de Mercy, pudo escuchar unos sollozos.

Ella estaba llorando, tal vez de la impotencia, o tal vez de un sentimiento de tristeza. Matthew no podía descifrar sus sentimientos, pues nunca fue tan cercano a ella.

Aunque el estaba enojado, al escucharla llorar por lo bajo, como una niña la cual no quiere que sus padres se enteren de su pena, sintió un poco de remordimiento. Tomo el pomo de la puerta para entrar y disculparse. Pero no sé atrevió, solto el pomo de la puerta y bajo para tomar su carruaje.

Hablo con el cochero y se fue hacia aquella posada que hace ya varios días no visitaba. Cuando llegó a dónde se alojaba su amante tocó la puerta.

—¿Quien es?—Una voz dulce hablo.

—Soy Matthew.

El pudo escuchar como los pasadores de la puerta se abrían y pronto vio a una rubia con el seño fruncido.

—¿Por qué estás tan molesta?

—¿Cómo pudo regalarme algo así?

—¿Ya te entregaron el vestido?

—Si, y no me gusto ni un poco.

Para Matthew era una sorpresa, según el costo del vestido debería encantarle, gasto mucho dinero en el.

—¿Por qué no te gusto?

—Digame señor, ¿Para usted soy solo una simple sirvienta?

—No lo eres, eso lo sabes bien.

—¿Entonces por qué me insulta así?— la muchacha volteo a verlo ahora con lágrimas en los ojos.

A Matthew sigue sin agradarle tener que lidiar con estas cosas, para el, Mercy y Jane son solo niñas que aún no saben controlar sus emociones.

—Explícame que paso.

La joven camino hasta la caja y saco un vestido marrón. Era el vestido perfecto para una criada, una criada de los más bajos rangos.

—Debe haber un error ese vestido no fue el que yo mandé a hacer.

—¿Si? Pues lo trajo el mismo empleado de siempre.—Arrojo el vestido al suelo.

—Sera mejor que me vaya.

—No, no me deje así —Corrio hasta el para tomar su brazo. —Me abandonó por una semana, prefirió a su esposa antes que a mí.

Para este punto la paciencia de Matthew estaba a nada de terminarse, con una voz y mirada fría se dirigió hacia aquella muchacha diciendo algo que le rompería el corazón.

—Mi esposa siempre estará por encima de ti.

—Pero....Dijo que me amaba.

—Que te ame no significa que tengo que lidiar con tus berrinches, además de que, tu solo eres mi amante, mientras que la Vizcondesa es mi esposa.

—Pero...

—No quiero escucharte, ya tuve suficiente por hoy de ti.

Dijo para soltar su brazo del agarre de la muchacha y salir rápidamente de esa posada. Emprendiendo su camino a casa se preguntaba que había pasado con aquel vestido, pronto dedujo que esto era obra de su esposa.

Cuando llegó y entro a la habitación de su esposa. Su dama de compañía cepillaba su hermoso cabello azabache

—Tu tienes algo que ver con su vestido ¿No?

Ella solo se quedó callada evitando su mirada.

—Ya no puedes comportarte así, se supone que eres una mujer adulta, ella es un niña.

—Si te preocupa que yo lo conserve...

—No, eso no es lo que me molesta, lo que realmente me molesta es que te rebajes a ese nivel, queriendo hacerle daño a una campesina, tu eres una noble.

—¿Una campesina?

—Deja de ser tan ridícula. Quédate con ese vestido si es que tanta falta te hace.

—¿Has estado gastando tanto dinero, en una campesina?

—Ese dinero es de mi pertenecia, puedo gastarlo en quien yo quiera.

—Matthew, ¿¡Quieres llevarnos a la quiebra!? Gastando dinero en burdeles y amantes.

—No cambies el tema, no quiero que estos arrebatos tuyos se vuelvan a repetir. Ese vestido es el que usarás, no tendrás  más dinero ni podrás pedir un nuevo vestido, además que dejaras de llevar la cuentas de la casa...

—No puedes hacerlo.

—Si puedo, no me gusta que me vigiles. Tendrás que llevar el vestido que le robaste.

—Yo no le robe nada. Respétame.

—Te respetaría si no te comportaras como una niña.

Mercy no pudo soportar más las lágrimas, sentía tanta impotencia, se sentía humillada, el hacia polvo su orgullo. Ella llegó a su límite en el que ya no podía ni siquiera discutir con el, era joven, y estaba exhausta.

Matthew solo suspiro y se pellizco el puente de la nariz con los dedos. El se sintió mal, pero no la consoló, ni se disculpo con ella, solo salió de su habitación.

Su dama de compañía solo la abrazo tratando consolar a la joven muchacha.

Matthew fue a su habitación y se sento a tomar unos tragos, trataba de tranquilizarse, pero no podía, pronto trago tras trago empezaron a hacer efecto, y recordó por un momento aquel tiempo donde tanto el como ella eran felices.

—Matthew, ella es Merceline, es la hermana menor de Mirana e Iracebeth. —Su madre presento.

Un joven matthew de doce años conoció a la joven niña Merceline, de apenas cinco años, la pequeña niña se aferraba a la falda de su madre evitando acercarse. Para Matthew no era más que una niña sin importancia, alguien que existía, pero que no era necesaria.

—Matthew, por favor cuida de la niña, nosotros tenemos cosas que atender sobre el compromiso de tu hermano.

—Si madre. —El niño con pocas ganas de cuidar a una niña ajena a él, solo se quedó parado observando como los adultos y su hermano junto a su prometida caminaban hacia el salón.
De un momento a otro sintió como una pequeña mano tomo la suya, cuando dirijo su mirada hacia abajo se percató que aquella pequeña niña le había tomado la mano y le sonreía de una manera amable.

Fue entonces cuando matthew volvió abrir los ojos y a él llegó de nuevo el rostro triste de Mercy, ella ya no le sonreía, ni tampoco tomaba su mano, de alguna manera recordar a esa niña inocente que había tomado su mano lo deprimió, pues ella ya nunca podría volver a ser esa niña.

Pero su orgullo podía más con el, y no iría a pedirle perdón por algo, que en opinión de Matthew, ella misma provocó....

𝓤𝓷 𝓑𝓾𝓮𝓷 𝓜𝓪𝓽𝓻𝓲𝓶𝓸𝓷𝓲𝓸 {Nueva Edición}Where stories live. Discover now