Capitulo 3

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Bleu

Sueños que gritan.

Si miro las estrellas, te veo a ti...

Ellas se parecen a tus pecas...

¡Lune! ¡Lune! ¡Lune! ¡Lun...!

—¡Bleu!

Las voces se desvanecen al escuchar a otra gritar mi nombre.

—¿Estás seguro de que no está muerta?—pregunta una voz femenina.

—Cuando la dejé aquí estaba bastante viva—contesta al que ahora reconozco como Avan, que se oye más cerca de mi.

Intento abrir los ojos, pero todavía me encuentro bastante dormida. Siempre me pasa cuando estoy cansada. Es como si mis párpados estuvieran pegados, negándose a dejar de zambullirse en sueños que se repiten cada noche, como si esta vez hubiera algo nuevo qué ver en ellos.

Tranquila, Bleu, ya sabes cómo es esto, solo respira...

Recuérdame, Bleu.

Respira lentamente...

Recuérdame.

Respira...

¡Recuerda!

—¡Basta! —un grito agudo e implacable sale por mi garganta en el mismo instante que me siento abruptamente en la cama. 

Siento que mi cabeza impacta contra algo duro y pesado.

—¡AUCH! —exclamamos Avan y yo al mismo tiempo.

Abro los ojos y lo veo masajeando la frente con una mano y mirándome con el ceño fruncido. Repito su acción en el lugar de mi golpe.

—Se te está haciendo costumbre golpearme en la cabeza—me espeta.

Mi corazón bombea frenéticamente y mi respiración es irregular.

—Lo siento—murmuro, llevándome una mano al pecho mientras intento controlar el aire que entra y sale de mi cuerpo—. Estaba teniendo una pesadilla.

Una chica de cabello castaño y ojos café me mira con las cejas enarcadas.

—Yo creo que más que soñar, te estabas yendo para el otro lado—su voz es una mezcla de seriedad y sarcasmo.

—Evie...—le advierte su hermano.

—Lo siento—murmura a la vez que rueda los ojos.

Desvío mis ojos hacia mi celular y veo que son las siete y media. Oh, mierda, se suponía que a las siete en punto ya debía estar despierta.

Avan me mira entre lo que interpreto como una mezcla de enfado e intranquilidad.

—¿Estás bien?

Genial, no me dijo nada sobre que no me he despertado al horario acordado. Quizá él también lo olvidó.

—Si—vacilo.

Asiente.

—No te has despertado a la hora que acordamos.

Mierda.

En mi defensa... la hora la acordaste tú.

El azul marino de sus ojos se torna oscuro, absorbidos por la molestia.

—Esto es serio, Bleu. Mi familia no puede saber que estás aquí.

—Ellie lo sabe y no parece tener ningún problema—le digo, apuntando a la castaña que hace unos minutos me había dado por muerta.

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