Capitulo 4

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Bleu

Medidas desesperadas.

—Ni de coña.

Avan me mira como si fuera la razón de todos sus problemas. Lo cual es injusto porque si soy la razón de algunos, pero no de todos. Duh.

—¿Quién es la dueña del hotel? — le pregunta Celia.

El titubea.

—Tu, pero...

—Exacto — lo corta —. Y no se me cuestiona.

—Pero, abuela...

—Avan. Cierra el pico — contengo una risa cuando la oigo decirle eso —. Aquí ayudamos a las personas cuando lo necesitan.

—A mis padres no les gustara.

Celia le dirige una mirada desinteresada.

—¿Me importa? — se da vuelta para mirarme a mí —. Iré a buscar las cosas para tomarte una entrevista más profesional y ver qué trabajo te puedo dar.

Comienza a caminar rumbo a un pasillo, pero se detiene, girándose para apuntarnos a los dos con el dedo índice y los ojos entrecerrados.

—Y luego ustedes dos me explicaran de donde se conocen.

Sin oportunidad de objeción, Celia se marcha por su objetivo.

Mis ojos se mueven lentamente a Avan, que sigue viéndome con mala cara.

—Sorpresa — le digo con una sonrisa nerviosa.

Su ceño fruncido se profundiza más.

—Si vas a mirarme así cada vez que haga una estupidez se te van a formar arrugas, ¿sabes? — comento divertida.

—Bleu, ¿en que parte de alejate de mi, entendiste ven a trabajar a mi hotel?

—El hotel de tu abuela — le corrijo.

Avan me lanza una mirada afilada. Dejo escapar un suspiro cansado.

—No fue mi intención, ¿si? — señalo con con franqueza —. Estaba desesperada y le pedí ayuda a la primera persona que se topo en mi camino.

—Persona que resulta ser mi abuela.

Alzo las manos en señal de inocencia.

—Las casualidades de la vida.

o del destino.

La expresión de Avan es impenetrable. Puedo ver en sus ojos azules como miles de pensamientos lo abordan en milisegundos mientras no me pierde de vista. De pronto, comienza a negar lentamente con la cabeza.

—No puedes quedarte, Bleu.

—Pero, ¿por qué?

—Ya te lo dije, es una larga historia.

Y aquí vamos otra vez con lo de la larga historia...

—Estuve en muchos, muchos hoteles — insisto—. Sé como trabajan, sus reglas y normas. Sé francés, inglés, español, portugues, e italiano. Soy perfecta para el trabajo, prácticamente nací para ser hotelera.

—Un empleo en un hotel implica mucho más que eso. Responsabilidad, disciplina, constancia, respeto — comienza a enumerar con los dedos —. No es simplemente un trabajo de verano. Y hasta dudo de que alguna vez hayas trabajado.

Me muerdo el labio inferior, nerviosa. Es verdad, nunca he trabajado.

O si, si tenemos en cuenta los dos días que trabaje como vendedora telefónica. Me habían dicho que se trataba de vender productos "naturales" y como yo estaba tan desesperada por no tener que pedirle dinero a Lucian, acepté de inmediato. Lo que nadie me avisó es que tendría que vender viagra a hombres mayores de cincuenta años. Y que estaban tan desesperados que hasta me contarían sus problemas sexuales. Al segundo día un señor de sesenta y ocho me habló sobre su relación con su novia de veinticinco. Fue allí cuando decidí no volver a presentarme al trabajo.

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