Capítulo 8

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Al principio, a Horacio le pareció que acostarse con Viktor Volkov daría a su vida un giro positivo. Tras tantos años acumulando en su interior el dolor de la traición, le sentaba de maravilla saber que él le deseaba y que estaba en su poder decir que no.

Dicho esto, lo cierto era que no le había resultado fácil. Disfrutó rememorando con su antiguo amor episodios pasados, y le habría gustado recordar aquellos tiempos como una época maravillosa y feliz. Pero le era imposible, porque se le ensombrecía el ánimo cada vez que se acordaba de lo que hizo Viktor y el futuro que destrozó cruelmente con su fechoría. Aquel futuro del que se pasaron horas hablando la noche antes de partir hacia la universidad. Aquel futuro del granero reformado, los perros y los niños. Él no había olvidado ni un detalle de sus planes, ni tampoco las semanas y los meses que pasó llorando por lo perdido. Y cuando ya no podía llorar más, decidió que no pasaría nunca más por esto. Se prometió que nunca más pondría su felicidad en manos de una persona; solo confiaría en sí mismo.

A la mañana siguiente de su encuentro, cuando le deseó suerte al alfa y vio su expresión de asombro y de derrota, Horacio comprendió que por fin, después de tantos años, lo tenía totalmente superado. Era evidente que Volkov no esperaba que esta vez fuera él quien pusiera fin a su —más bien breve— reencuentro.

Ese mismo día Dex regresó de la despedida de soltero y le sorprendió ver que Horacio parecía mucho más animado y quería irse a la cama con él inmediatamente.

— ¿No quieres? — Cuestionó con un puchero el omega.

— No es eso, es que estoy sudado y apesto a cerveza — Se excusó Dex.

Horacio repasó con su mirada al hombre frente a él. Era verdad que el alfa no tenía sus mejores pintas, sus hebras azabaches lucían despeinadas, apestaba a licor y su traje estaba arrugado. No era lo más sexy del mundo pero Horacio lo necesitaba, necesitaba sentirlo, sentirlo y que su aventura sexual con Viktor quedase en lo más profundo de su memoria, necesitaba sustituir cualquier recuerdo sea sustituido con los alegres retozos de Dex.

— Ven aquí — Susurró finalmente.

Horacio jaló al ojiazul de su desaliñada corbata hasta atrapar sus labios, lo besó con fuerza y sin tapujos. — ¿b-bebiste anoche? — preguntó Dex separándose a penas del moreno que se esforzaba en retirar sus ropas.

— Tuve una reunión de ex alumnos — Comentó Horacio sin aliento.

Dejó que Dexter se costase a su lado en la cama antes de subirsele encima y regara infinidad de besos humedos en su cuello.

— Y... ¿qué tal fue? — cuestionó el alfa entre suspiros, Horacio supo que tenía las cosas bajo control, Dex era del tipo de hombres que le gustaba conversar entre balbuceos cuando entraba en éxtasis.

— Estuvo... bien — el omega bajó su camino de besos hasta el pecho del alfa. No se entretuvo mucho en esa zona, estimuló un poco el pecho del hombre sintiendo el abundante vello oscuro hacerle cosquillas en la cara; y fue bajando hasta llegar a su pubis, donde su gorda erección yacía despierta y lista para ser contentada.

«Es más grande que la de Volkov... Punto para ti, Horacio.», pensó.

— ¿Sólo estuvo bien? La despedida de soltero fue una mierda, la mujer del tipo no- Oh... joder Horacio — gimió Dex. El omega se la estaba chupando como si la vida se le fuera en ello, jugaba con sus sensibles testículos, escupía y volvía a subir mediante lametazos por la dura extensión antes de volver a metérsela a la boca y succionar con fuerza. — s-sigue haciendo eso, bebé.

No hablaron mucho luego de eso, Horacio tenía la boca llena y Dex se convirtió únicamente en el receptor de puras sensaciones. Al omega le encantaba eso del pelinegro. Dexter no temía en entregarse a él sin sentirse como un alfa débil, disfrutaban del sexo y la compañía del otro sin tapujos ni tabues.

NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ DexacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora