Capítulo 17

285 37 38
                                    

Horacio, que observaba a Dex desde el extremo opuesto del local, lo vio levantarse y salir. Su novio apenas le había dirigido la palabra en toda la tarde. Estaba harto de hablar de tonterías con Viktor y Natasha, y todavía le fastidiaba más ver a su ex masajeando los pies hinchados de su mujer, aunque fuera a regañadientes.

Irritado por la sonrisita de Natasha, apartó la mirada y vio a Alana y Parker chapando en una esquina. Ambos jóvenes se besaron ardientemente hasta que iniciaron un extraño ritual consistente en morderse la oreja. El alfa aprovechó un instante de respiro para tomar a Alana de la mano y sentarse con ella; le pasó el brazo sobre los hombros y le acarició el vientre con ternura.

Dex nunca le había acariciado el vientre. No, bueno, no exactamente. Sí que lo hizo en una ocasión, cuando empezaba a notársele el embarazo. Una noche en que estaban viendo una película, Dex le levantó la camiseta y acarició suavemente su abultado vientre. Fue uno de los momentos más íntimos de su vida en pareja; demasiado íntimo para Horacio.

Esta no era la relación que esperaba con el alfa. Estaba bien que entre ellos hubiera risas, diversión, un sexo fantástico, absurdas conversaciones hasta la madrugada, pero nada de intimidad. Él llevaba años viendo la intimidad como una señal que alertaba de que entraba en zona de peligro: aquí podían romperte el corazón. De modo que esa vez apartó con firmeza la mano de Dex y se levantó con la excusa de preparar un té.

Justo cuando se preguntaba por qué había sido tan tonto, la voz del DJ bramó por los altavoces presentando la nueva canción.

—Para todos los enamorados, tenemos un tema muy romántico de hace unos años. Nos lo ha pedido la propia madre de la novia. Ya saben, señores, traigan a sus parejas a la pista de baile y prepárense para meter mano.

Horacio se estremeció al oír la expresión, pero en cuanto oyó los primeros compases del éxito de los años ochenta, «Right Here Waiting», de Richard Marx, se sintió desfallecer y se le llenaron los ojos de lágrimas. La pista de baile se convirtió en un mar de vestidos floreados que se apretujaban contra arrugadas camisas blancas o azules. Era la canción más popular durante su primer año de universidad, cuando acababa de romper con Volkov, y Horacio recordaba que entonces, cada vez que la oía, se ponía a llorar como una Magdalena. Volver a oírla ahora, solo, frente a una pista de baile repleta de parejas, se parecía demasiado a aquellas noches en el centro estudiantil, viendo cómo sus amigos disfrutaban mientras él suspiraba por su ruso.

De repente comprendió con dolorosa claridad que ya no quería ser el que se queda fuera de la pista de baile. Y menos aún durante una boda y embarazado casi de nueve meses. Lo que quería, sorprendentemente, era estar en el lugar de Alana y que le acariciaran la tripa.

Justo cuando iba a caer en una terrible espiral de pensamientos depresivos, apareció Dex en su campo de visión, haciendo pedazos su fantasía de convertirse en un hombre felizmente emparejado.

— Horacio

— Dex

El alfa se peinó con los dedos la alborotada mata de pelo y miró a su alrededor, como si no supiera qué decir. Luego tomó una profunda bocanada de aire y se secó los ojos con la mano. De no ser porque le conocía bien, Horacio habría creído que su novio había estado llorando.

El hombre le tendió una mano temblorosa.

—¿Bailas conmigo, por favor? —preguntó al fin.

Horacio se quedó perplejo. No era posible. A Dex no le gustaba nada bailar en público. El baile era una de las actividades que reservaba para la intimidad de su hogar y sólo se dejaba llevar en público al encontrarse muy ebrio.

Para su sorpresa, sin embargo, el alfa le tomó de la mano, lo ayudó a levantarse y lo condujo suavemente a la pista de baile. Cuando se arrimó a él, Horacio percibió un leve olor a sudor.

NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ DexacioWhere stories live. Discover now