Capítulo único

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Itadori Yuji sabía que, en algún punto, su maestro buscaría devorarlo.

Las cosas no iban mal al inicio, así que identificar el origen del quiebre es... complicado. A pesar de esto, Yuji puede afirmar cuáles fueron las primeras señales de alarma, mismas que, por la estima que depositó en sensei, ignoró.

No sospechó la vez que Satoru inhalaba profundo cuando le tenía cerca, posteriormente tragando saliva con cierta pesadez. Tampoco cuando se tomó el tiempo de lamer una de sus heridas, un raspón cualquiera que se hizo en el antebrazo, largando un ronroneo contento. Recuerda que cerró los ojos, y no volvió a dirigirle la mirada después, diciéndole que era mejor retirarse a la enfermería, antes de que algún otro carnívoro interceptara la esencia de su sangre.

Ni hablar de lo que ocurrió cuando llegó al instituto con una herida más grave, un charco de rojo que brotaba desde la parte superior de su cabeza, y descendía hasta muy por debajo de sus cejas. Ni siquiera Megumi tuvo una reacción desfavorable a ello, dándole prioridad a su traslado con Shoko. Contrario de Satoru, que gruñó audible y rompió los bolsillos de sus pantalones, pues sacó sus garras, tensando tanto a Megumi, como Nobara y Yuji. Los tres pensaron que perdería el control, que no saldrían ilesos del pasillo, pero, por fortuna, Satoru prefirió agitar la cabeza, suspirar profundo y largarse.

Esa. Esa fue la primera vez que Yuji le temió a Satoru. Pudo oler su hambre, la desesperación por raspar con su lengua su piel, anhelando devorarlo. Fue una sensación particularmente aterradora, que nunca quiso experimentar de nuevo. Igual, no pudo evitarlo; su ocupación le llegaba a dejar malherido, apestando a su propia sangre; de vez en cuando los rastros de alguna maldición se agregaban a la mezcla, pero, para una nariz como la de Satoru, no era difícil captar y separar con lujo de detalle lo que le era de interés. Tal cualidad atemorizaba a Yuji con creces, y no poder evitarlo lo empeoraba. Satoru sólo se pegaba más y más a él, despertando escalofríos que agachaban sus orejas, expresando cuánto miedo tenía.

«No te comeré, Yuji,» recuerda haber escuchado.

La primera maldita mentira.

Yuji tiene la impresión de que en cualquier momento será acorralado. Y no es que esté mal físicamente, pero la gran mayoría es consciente de que Satoru... bueno, no deja ni dejará de serlo, el leopardo de las nieves más fuerte. Claro, a veces la cola esponjosa y sus orejas llegan a dar otra impresión, sólo que la realidad es otra; justo lo que hace que Yuji se sienta pequeño e indefenso. El detalle de ser un conejo, pues... lo vuelve un problema mayor, un énfasis descarado que le agobia. Para rematar, hay otra cosa.

Independientemente de que Yuji sea un conejo, eso no significa que sea presa fácil para cualquiera. Ha demostrado un desempeño físico excepcional, incluso frente a Todou, el tipo ese que no deja de llamarlo hermano. Sin embargo, por alguna razón, no cree poder salvarse de Satoru. Ni aunque pida piedad, o huya; ni aunque le haga ver lo mal que está que le muestre sus colmillos. Un rincón de su ser sospecha que a Satoru le gusta ver sus nervios, la forma en la que tartamudea justo después de observar cómo se relame los dientes, tan fuertes, afilados y peligrosos; de sólo imaginarlos cerca de su cuello, se le doblan las piernas y ahoga un suspiro temeroso.

Satoru está haciendo lo que cualquier depredador haría: jugar con su presa, aunque sea de manera inconsciente.

La primera ocasión en la que a Yuji se le ocurre chillar, Satoru es incapaz de disimular su propia reacción. Lo mira con una expresión ilegible, entreabriendo la boca, como preguntándose qué fue exactamente lo que escuchó. Mientras tanto, Yuji se ahoga en su vergüenza, pensando en que la última vez que chilló, fue cuando estaba en el jardín de niños; se perdió gracias a su exceso de confianza en recordar el camino, y no dejó de hacer esos ruiditos "raros" mientras intentaba ubicar en dónde se encontraba. Tan, tan agobiado.

Dark red | Goyuu [+18]Where stories live. Discover now