Lalisa

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-Apoderada, muy buenos días. Que gusto tenerla aquí de vuelta.-

-Buenos días, Mark Lee.-

El chico abrió los ojos, impresionado. La apoderada sabía su nombre, eso era de que hablar.

-Y~yo... U~usted.-

-Tranquilo, chico. Necesito que me lleves al hotel de mis tíos, ¿puedes?-

-Si, si, suba.-

Esta asiente con una sonrisa, y entra a lo que se puede llamar un mini taxi.

Lalisa Manoban, es la apoderada de la Isla de Tortuga. La mujer no eligió serlo, pero el pueblo la eligió a ella. Manoban estába agradecida, pero sabía lo que se aproximaba. Sus padres trabajaban para el anterior apoderado, pero los tres murieron en un viaje de negocios. Esa notícia no le cayó para nada bien a la rubia, y cuando anunciaron que ella iba a ser el nuevo apoderado, esa fue la gota que derramo el vaso. Sus tíos se encargaron de ella y de ayudarla con todo respecto al pueblo, hasta que la rubia de tan solo diecisiete se canso y se fue a un servicio militar. Ahora a sus veintiocho está de vuelta.

-¿Qué le parece todo, apoderada?-

La rubia centro su vista en el chico y sonrío.

-Está todo diferente.-

-¡Si!-

Exclamo, emocionado. La retirada pudo descifrar con tan solo ver al niño, que él nunca ha salido de está Isla.

-Sus tíos ayudaron. Deja que lleguemos, se sorprenderá cuando vea el hotel.-

Lalisa se quedó pensativa por un largo tiempo, estaba reflexionando. Ahora que regresó tenía que encargarse de ser la apoderada y no una simple mujer normal. La rubia es como toda una defensoría del pueblo; se encarga de proteger y defender los derechos de su pueblo, y también previene las violaciones que cometen estos. La mujer tiene que atender, orientar y asesorar de todo lo que pasa a sus ciudadanos. Lalisa es como toda una presidenta en esa Isla, si lo pensamos bien.

Su tía le había escrito una carta hace un mes atrás que la dejo muy pensativa y confundida. Una tal Kima quería comprar la Isla, y al parecer estaba muy insistente. Sus tíos se negaban siempre, pero Lisa no pudo evitar pensar en vender la Isla y librarse de todo. Si le cansaba lo mismo de siempre, pero esta Isla fue lo que le dejó sus padres, no podía librarse de ella.

-¡Apoderada!-

-¡Es la apoderada, está de vuelta!-

La gente corría detrás del mini taxi y Lisa los miraba con seriedad, pero con una sonrisa afectada. No podía negarlo, extrañaba su gente.

-¿Vio? Los del pueblo la extrañaban.-

Hablo Mark, mirando a la rubia por el retrovisor.

De pronto la chatarra se dejó de mover y Lalisa frunció el ceño.

-Yo lo siento, este muchacho se quedó sin gasolina.-

-¿Me hablas enserio?-

La retirada esperaba una negación, pero a cambió recibió un asentimiento de cabeza.

-Me vuelvo a disculpar, apoderada.-

-Solo dime Lisa, por favor.-

-Lo siento.-

El chico se volvió a disculpar, ganándose una mirada de comprensión.

-Falta media hora para llegar al hotel. ¿Sabes de otra persona que me pueda llevar?-

-Si, si, déjeme hacer una llamada.-

La rubia asiente con una sonrisa y espera aún sentada en el mini taxi. Después de dos minutos, Mark llega apenado dónde ella.

-¿Viene alguien?-

-Lo siento, apoderada. Nadie puede venir.-

-¿Me lo dices enserio?-

-Si, pero tranquila. Tengo algo que podrá usar para transportarse.-

Lalisa sonrió complacida y volvió a esperar. Sonrisa que desapareció cuando vio la bicicleta vieja que el chico traía.

-¡Sorpresa!-

Exclamo él, y la rubia se pegó en la frente.

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Revelado | JenLisaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن