Capítulo 18

3 1 0
                                    

¿Cuántas palabras se necesitan para cambiar a alguien?


Para Magoa:

¿No tienes la sensación de que deberías estar haciendo algo grande? Algo que haga que en uno de estos días cuando despiertes sientas como se te explota el pecho de orgullo. Yo amanecía con esa sensación todos los días, sentía el peso de tener que hacer lo correcto en base a los demás y comencé a olvidar lo que me movía y hacía que mi mundo tuviese sentido. 

Se que sientes culpa, se que te privas de muchas cosas porque yo también lo hice. Juré en vano acerca de ideas que escapan de mis manos. Juré y fallé estrepitosamente en cada una de esas promesas y no me arrepiento. Porque crecí a través de ellas, me volví mas fuerte. 

Se que tú también puedas hacerlo, sólo debes aprender a volar.

¿Cuáles son tus fortalezas Magoa? 

De un extraño.


Por si acaso necesitaba algo más con lo que perseguirse, apareció aquella nota. Había pasado todo el fin de semana pensando y repensando la conversación con su madre. Pensando y repensando en la persona en la que se había convertido. 

Dejó la nota sobre sus muslos, el ruido de fondo de las practicas de fútbol en el fondo no pudo hacer que evite repetirse esa última pregunta.

¿Cuáles eran sus fortalezas?

Había pasado todo el día pensando en aquello, en los rato de silencio en las clases, en el silencio del almuerzo y ahora ni los ruidos podían distraerla de eso. 

No creía tener fortalezas, cómo podía si sentía débil todos los días. Cómo podía si se escapaba de todo lo que la hacía sentir algo, como hoy que se pasó todas las clases y el almuerzo intentado evitar a Aquiles. Sabía que no estaba siendo justa con él ni con ella misma. 

Se tumbó, mientras bufaba, sobre las gradas del estadio. Sintió como el sol le besó cada parte de su cara cosa que agradeció porque parecía tener entumecido el resto de su cuerpo y aquel leve contacto la hizo sentirse un poco más viva de lo usual. 

Se quedó escuchando el ruido del silencio que ahora le pitaba en sus oídos. Se había aislado por tres meses de su amiga, de su madre perdiendo la suave confianza  de las relaciones que el sólo tiempo te daba. Se quedó sola por elección propia, pero ahora aquella soledad, aquella cárcel en la que se había encerrado se estaba volviendo más pequeña, más dolorosa y más insufrible. 

Respiró con pesadez, intentando encontrar la calma en el silencio. Recordó en la manera en que su hermana se reía, toscamente y sin una pizca de arrepentimiento cuando comenzaba a reír tanto que terminaba gritando. Recordó su sonrisa victoriosa cuando montaba las olas como si fueran una simple extensión de ella que controlaba a la perfección y la libertad que le enseñó a través de ellas. 

La extrañaba, mucho más después de la discusión que había tenido con su madre, mucho más que nunca porque sintió por primera vez que la estaba dejando ir. Por primera vez en meses se había visto desde los ojos de los demás. A través de los ojos de su madre, la tristeza que se dibujaba en su rostro y en lo injusta que se había vuelto. 

Aquella conversación fue el punto de quiebre de todo lo que había construido en esos oscuros meses, aunque las notas no se quedan atrás ya que cada palabra anónima se le había metido en su cabeza desde las dudas que le dejaban —las cuales no le daba lugar— hasta los pequeños gesto de entendimiento y aceptación que recibía.

 Se estaba ahogando, ahora lo sabía y debía luchar para llegar a la costa. 



You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Oct 30, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Musa secretaWhere stories live. Discover now