Capítulo 14: Inexplicable

813 187 234
                                    


—Gastrell, ahí estás.

La voz del entrenador lo hizo voltear tan pronto como cerró el casillero.

Sebastian Gellar lo tenía fijado con la mirada, y se acercaba a él a paso decidido, cargando una caja de plástico bajo el brazo, en medio del pasillo medio vacío. La campana de salida había sonado hace varios minutos y Kian estaba retrasando el tener que volver a casa, pues no podía tener certeza si Jennifer ya había regresado.

—¿Qué vas a hacer? —Le preguntó el entrenador al detenerse.

—Me voy —respondió Kian, enganchándose la mochila al hombro.

—Perfecto —Sebastian le acercó la caja tan rápido que él la tomó por reflejo—, necesito que me ayudes en algo, y antes de que me digas que no, esto te conviene para limpiar tu expediente —advirtió, apuntándolo con un dedo.

—¿Cargar cajas? —Kian pestañó, mirando el contenido de la que cargaba. Pesaba por todos los documentos que almacenaba hasta el tope.

El entrenador meneó la cabeza.

—No precisamente. Los profesores y el director hablábamos acerca de encomendarte algunas actividades extra de apoyo. Ninguna va a interferir con tus materias o los horarios de clase y van a ser diferentes según lo que necesite cada profesor, pero si cumples con cada uno, estaremos dispuestos a emitir una carta de recomendación por buena conducta y se te considerará un porcentaje del trabajo de clase del año pasado que no hiciste, en el tiempo que no asististe.

Kian lo observó, desconcertado. ¿Era en realidad el entrenador quien le estaba ofreciendo ayuda?

—¿De quién fue la idea? ¿Suya? —preguntó, incapaz de detener su curiosidad.

Sebastian se encogió de hombros, recargando un brazo contra el casillero. Por un momento le pareció mucho más joven mientras metía las manos dentro del pantalón deportivo y desviaba la mirada hacia la ventana.

—A lo mejor, sí, mía al principio —admitió a media voz, evadiéndole la mirada. Luego carraspeó y de súbito volvió a verlo para aclarar—: pero los demás estuvieron de acuerdo y eso es lo que importa.

Kian lo estudió un momento, sin poder evitar pensar en Olivia y la manera tan aguerrida en la que insistió acompañarlo a la enfermería para asegurarse de que se atendiera el corte del brazo. Parecía que ella y su padre se habían puesto de acuerdo para abordarlo de esa forma, aunque lo más probable era que ambos compartían muchos más aspectos de personalidad de los que él podía imaginarse.

—¿Por qué hace esto? —inquirió, sin poder entender en qué podría beneficiarse Sebastian Gellar al ayudarlo. Sobre todo porque esa no era la primera vez.

Al despegarse del casillero y encararlo con seriedad, el entrenador había dejado de parecerle vacilante, recuperando su férrea determinación.

—Porque no puedo dejar que ningún alumno pierda oportunidades del futuro por un desliz del pasado —respondió.

Pero Kian seguía incrédulo. ¿De verdad haría eso por cualquier alumno?

Y como si le estuviera leyendo subtítulos en la cara, Sebastian agregó:

—Y no me mires así, tus ojos gritan todo lo que estás pensando y no, tampoco es caridad, no te vamos a regalar nada. Yo solo te estoy pidiendo que me ayudes a clasificar algunos archivos y tu servicio será ampliamente tomado en cuenta para limpiar tu expediente, entonces, ¿qué dices?

Kian contempló las cimas de documentos apiladas dentro la caja. No es como que fuera a decir que no desde el principio. Habría aceptado aunque el entrenador no hubiera hecho toda esa labor de «convencimiento», incluso si no implicaba que irían a ser indulgentes con su expediente. Y aunque no cabía duda de que eso era atractivo, su razón más poderosa era tener una justificación para no volver a casa aún. Lo viera por donde lo viera, ganaría algo.

TinieblasWhere stories live. Discover now