5. "The Lloyd Robinson"

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Ir acompañada de James Craig es alucinante, aparte de transmitirte seguridad, te aporta calma, aunque también tiene su desventaja para mi, que soy una persona a la que no le gusta llamar la atención, pues es que todo el mundo se acerca a él para pedirle una foto o un autógrafo o simplemente lo admiran desde la lejanía.
Nada más entrar en Henry Poole & Co, eso si antes el caballero de Craig me abrió la puerta y me concedió el paso, un señor se acercó a él dispuesto a atenderlo. Entonces James me mira.

- Vengo a acompañar a esta joven -me molestó que me presentará como "joven" porque me recordaba la diferencia de edad entre nosotros, y darme cuenta de eso y de que pertenecíamos a distintos mundos me derrumbaba emocionalmente, porque sí lo admiraba como profesional pero no me consideraba una simple fan. Sabía valorar su trabajo pero admito que lo deseaba. Su gran voz interrumpió mis cavilaciones mentales- entonces ¿a nombre de quién venías a buscar un pedido?

- Ah sí, a nombre de Antonio Jefferson.

- Ahora mismo regreso, James, señorita tomen asiento, ¿se les apetece un café o alguna otra bebida? -interrogo un más que predispuesto dependiente de mediana edad.
Iba a responder que "un café no estaría mal" cuando se me adelantó James- No, gracias, estamos bien así -dijo con su encanto natural. Me miro mientras me conducía hacia la sala de espera porque tenía mi ceño fruncido- quiero invitarte yo así que deja tu cabezonería de lado, por favor.

Iba a replicarle cuando el dependiente apareció con un estuche de trajes, y nos indicó que lo siguiéramos. Y como el caballero que era Craig me volvió a permitir el paso amablemente, seguí al dependiente hasta una sala donde había una mesa y espejos, que olía a madera. Puso el traje en la mesa de madera que tenía un aspecto de recién barnizada, y nos mostró un traje de aspecto caro, color marrón oscuro. Yo admiraba la tela concentrándome en su tacto.

- Es de su agrado, Daniel, gracias, nos lo llevamos -dijo inmediatamente James lo que me hizo girarme de forma repentina, lo que me conmocionó porque tenía de frente a dos palmos su cuerpo, irradiaba calor, un calor del que ansiaba tocar y sentir con mis manos- siento, haberme entrometido pero es que estabas tan ensimismada admirando el traje que supe que te gustaba.

Volví a fruncir mis rasgos, y con las mejillas totalmente sonrojadas por la cercanía, asentí- Gracias.

Tuve que firmar en el mostrador de la entrada para que quedara en constancia que ya habían recogido el pedido y cogí el estuche del traje, un carraspeo me hizo mirar a James- si quieres lo llevo yo, así no lo rozas por el suelo- asentí como una tonta porque es cierto que mi altura me hacía tener que alzar el estuche y no poder llevarlo cómodamente.

Salimos y el aire gélido londinense me azotó la cara y el pelo, poniendo mi pelo perdido y en desorden.

- Magnífica elección la de su jefe, tiene muy buen gusto.

- Así es... Así que ¿adonde vamos ahora?

Él alzó sus perfectas cejas- ¿Qué te parece si vamos a una cafetería que está a dos edificios de aquí?

- Como usted, desee Mr Craig - sus carcajadas resonaron en su poderoso pecho con esa gracia particular.

Entramos a una cafetería bastante pequeña de decoración antigua que tenía un ambiente íntimo, más que un negocio parecía un hogar.
Nos acercamos a una mesa que se encontraba en una esquina bastante resguardada, atravesamos la sala dándome cuenta que tanto chicas como chicos admirando la belleza de James, a pesar del poco espació la cafetería estaba a rebosar de parejas y gente anciana, por suerte para nosotros teníamos una mesa libre.

- Caray, esta cafetería es hermosa, no parece una cafetería... -suspiré y cerré los ojos concentrándome en el delicioso olor a café que se proyectaba en el aire.

Nunca creí que lo inimaginable se haría realidadWhere stories live. Discover now