DOS - VISIONES

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Durante los tres días siguientes, Luke no dijo ni una palabra acerca del reloj. Por el contrario, esperó ansioso para ir a retirarlo. Se asombraba profundamente por la fijación que había adquirido con tal aparato, teniendo en cuenta que nunca había sido un muchacho aficionado a las cosas antiguas. Encerrado en su habitación, no mataba las horas jugando a la consola, ni tampoco usaba su computadora gamer, salvo para buscar durante horas en internet información y curiosidades acerca de relojes de bolsillo antiguos, su funcionamiento y cuidado, y por sobre todo su valor. Por la noche, padecía extraños sueños indescriptibles, como si hubiera tomado una pieza de LSD y sus percepciones estuvieran alteradas de alguna manera. En sus sueños, caminaba por lugares desconocidos y barrocos de la vieja Inglaterra, mientras sostenía el reloj de bolsillo en su mano derecha. Lo sujetaba tan fuerte que el mecanismo por donde se le daba cuerda comenzaba a incrustarse en la palma de su mano, haciéndolo sangrar profusamente. Entonces despertaba jadeando, sudoroso, y con la extraña sensación de haber tenido el reloj en su mano.

Por fin, el día llegó. Aquel martes por la mañana, ni bien terminó de desayunar, tomó las llaves de su camioneta y se dirigió hacia la zona céntrica de la ciudad. Al llegar a la relojería, estacionó a un lado de la calle, apagó el motor y bajó del vehículo. En cuanto se aproximó a la puerta del local, empujó y las campanillas tintinearon dándole la bienvenida. Tras el mostrador, el hombre de mediana edad que lo había atendido al principio, tenía un aspecto aún más demacrado que cuando lo vio por primera vez, como si no hubiera podido dormir o sufriera alguna enfermedad. Sin embargo, en cuanto vio a Luke, abrió grandes los ojos y se apresuró a abrir un cajón de su mostrador, sacando el reloj.

—¡Ah, por fin! ¡Tome, lléveselo, y no vuelva con él! —exclamó.

Luke lo miró sin comprender. En otra circunstancia, lo primero que haría sería increpar al tipo por los modos de atenderlo, pero lo había tomado tan de sorpresa que simplemente lo miró con asombro.

—¿Perdone?

—¡Lléveselo, nunca más vuelva a traerme este reloj! ¡Sáquelo de mi tienda cuanto antes!

—Pero, ¿qué mierda le pasa? —preguntó, exasperado. Llevó la mano al bolsillo trasero de su pantalón extrayendo la billetera, pero el relojero negó con la cabeza. Tomó el reloj por su cadena de oro, y lo levantó, ofreciéndoselo con una premura que a Luke le parecía injustificada.

—¿Acaso no me oye? ¡No me interesa su dinero, solo quiero que se lleve este reloj lo más lejos posible! ¡Lárguese con él, y si es posible, devuélvalo adonde lo encontró!

Tomó el reloj con la misma cara de asombro que lo dominaba desde que había entrado al comercio, le dio una rápida mirada, y comprobó que las manecillas funcionaban perfectamente. Además, no solo estaba en hora, sino que también estaba limpio y reluciente. El relojero había hecho un excelente trabajo restaurándolo y puliéndolo, pero por algún motivo, no quería ni siquiera cobrarle por ello.

—Vaya puto loco... —masculló.

Giró sobre sus pies hacia la puerta, tiró de la misma y salió nuevamente a la acera, rodeó la Ford por delante y subió del lado del conductor. Entonces, antes de encender el motor, lo examinó con detenimiento. El reloj era bonito cuando lo encontró, pero ahora, con todo el esplendor de su brillo y funcionando correctamente, le parecía aún más hermoso. Se lo acercó al oído derecho y pudo percibir claramente el tic-tac del segundero recorriendo su trayectoria, y por último lo giró para abrir el relicario.

La tapa trasera se desplegó y en su interior pudo ver una foto, bastante derruida por el correr del tiempo y la sal del océano, pero con muchas curiosidades. Para empezar, la foto debería estar desintegrada, y sin embargo, no era así. Los bordes se hallaban corroídos y desechos, pero el rostro de aquel hombre estaba en perfectas condiciones. Era una imagen estilo foto carné, en blanco y negro. No sonreía, tenía un espeso bigote, y —quizá debido a un error de la lente o de la iluminación al momento de tomar la imagen— sus ojos estaban completamente blancos. En la contratapa del relicario había una breve inscripción: "In Luciferio gloriam habeo".

Tiempo inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora