TRES - LA MARCA DE LA MUERTE

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A la mañana siguiente, lo primero que hizo ni bien terminó el desayuno, fue tomar las llaves de su camioneta y conducir rumbo a la tienda de relojería.

Tenía muchísima curiosidad por saber qué le había pasado para haberlo prácticamente echado de su local, y teniendo en cuenta lo que había sucedido la noche anterior, casi con toda seguridad no había sido algo muy bueno de ver. Justamente, ese episodio de irrealidad no dejaba de machacarle la cabeza, a tal punto de casi darle insomnio. Se pasó dando vueltas en la cama durante más de dos horas y media, casi tres, pensando en todo lo que había visto. Le intrigaba saber qué o quién era esa extraña silueta que vio en el horizonte, por qué estaba allí, y el extraño comportamiento de sus padres. ¿En verdad no lo vieron salir? Se preguntaba, mientras conducía por la avenida principal.

En cuanto llegó a la tienda de relojería, estacionó a un lado de la calle, apagó el motor y bajó del vehículo. Caminó con prisa hacia la puerta, la cual empujó haciendo tintinear las campanillas, igual que el día anterior. El relojero, quien trabajaba de forma minuciosa en un reloj de pulsera, levantó la cabeza al escuchar la puerta abrirse, y a pesar de que tenía un montón de gafas y lentes de aumento sobre los ojos para poder ver con claridad los pequeños engranajes, la expresión de autentico terror que lo asaltó pudo hacerse visible. Se retiró hacia atrás al mismo tiempo que soltaba las pequeñas pinzas encima del mostrador, y lo señaló con el índice.

—¿Qué hace aquí? ¡Le he dicho que no vuelva nunca más, lárguese, ahora mismo! —casi gritó.

—Tranquilo, amigo, solo quiero charlar un momento. Solo dos minutos, y me iré por donde vine, te lo prometo.

—¿Ha traído el reloj?

—No, lo he dejado en mi casa —mintió, conteniendo el impulso de meter la mano en el bolsillo, para tocarlo—. ¿Por qué?

El relojero se quitó las gafas del rostro, y lo que antes eran ojeras típicas de cansancio, ahora simplemente eran grandes manchas violáceas. A simple vista, parecía que le habían golpeado, o que había trabajado como cadáver en una película de Tim Burton. Estaba muy enflaquecido, tenía los ojos hundidos en sus cuencas, los pómulos salientes y había perdido bastante cabello en la zona de la coronilla.

—Tiene que deshacerse de ese reloj, es un aparato extraño, diabólico.

—Anoche me sucedió algo muy extraño —explicó Luke—. Estaba jugando a la consola, cuando de repente empecé a escuchar golpes en las paredes. Salí de mi habitación y vi la casa completamente deshecha, y al salir a la calle vi la silueta de un hombre que me miraba a lo lejos.

—¿A qué hora fue eso?

—A las nueve y cuarenta y uno de la noche.

—Ah, la misma hora —murmuró el relojero. Sus manos temblequeaban compulsivamente. Luke no pudo evitar mirarlo con extrañeza.

—¿A ti también te pasó? Quiero saberlo todo, por favor.

—Al principio, cuando estaba reparándolo no pasó nada. Pero en cuanto lo puse en funcionamiento, noté que el reloj se detenía exactamente a esa hora. Entonces todos los relojes de mi tienda comenzaron a enloquecerse, se adelantaban y se atrasaban como si el tiempo se hubiera vuelto completamente loco —Comenzó a explicar—. A la segunda noche vi mi tienda destrozada, como si hubiera envejecido de alguna forma, no lo sé. Y luego vi la silueta de un hombre parado en la calle, frente a la puerta. No podía verlo directamente, solo notaba su contorno a través del cristal, e intentaba entrar. Giraba el picaporte y empujaba con suavidad, como si quisiera decirme en silencio que me estaba mirando. Y entonces, ¡Dios mío, se lo juro! Tenía la completa certeza de que ese hombre era malo. No sé cómo podía saber eso, pero le juro que lo sabía.

Tiempo inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora