Capítulo 28.

123 3 0
                                    

Fez.

Vamos, tenés que comerlo —le insistí, Lex hizo una mueca de asco—. Perdiste la apuesta, ¿te acordás?

Lex bufó, cuando le recordé que ella misma había ofrecido esa apuesta un tiempo atrás. Decidí que iba a aplazar su cumplimento, hasta que fuera capaz de encontrar algo verdaderamente asqueroso.

Y lo encontré, mirando televisión.

—Te odio —exclamó, sacando la lengua. Me reí—. Voy a vengarme, ¿sabías?

Asentí. Sabía que su venganza sería terrible. Pero no me importó, estaba dispuesto a cualquier cosa por ella.
Siempre me decía que me odiaba, pero significaba justo lo contrario. Sin importar lo que dijera, siempre podía ver el amor en sus ojos.

Nunca podía engañarme sobre ello.

Abrí la pequeña lata dorada, para luego mirar lo que había adentro. Era realmente asqueroso, y sentí repulsión, sin embargo, no pide evitar reírme al ver la expresión de Lex. Había palidecido, y parecía a punto de desmayarse. Su contenido la había aterrado.

Gusanos de chocolate. Y no eran gusanos de mentira.

—Te odio —repitió, mirando el contenido de la lata. Los gusanos estaban allí, muertos y recubiertos en chocolate—. ¿Tengo qué comer uno? —asentí—. ¿Solo uno?

No iba a ser tan malo con ella, uno era suficiente.

—Vas a tener que masticarlo, y saborearlo —se quejó—. Y no vale escupir. Vas a tener que tragarlo. Tenés experiencia en tragar, Lex, no se te va a hacer tan difícil —le recordé, bromeando.

No tengo que explicar ese chiste, no lo veo necesario.

—No es momento para tus bromas —me retó. Luego respiró profundo, y cerró los ojos—. Puedo hacerlo —se convenció, para luego volver a abrirlos.

Tomó uno de los gusanos con dos de sus dedos, frunciendo el ceño con mucha fuerza, para luego cerrar los ojos de nuevo. Se lo metió a la boca, y comenzó a masticarlo, con una mueca de asco, para luego tragarlo.

Luego, abrió los ojos, y me miró, triunfante. Me frustraba que fuera tan valiente, nunca me dejaba ganarle en nada. Excepto esa vez en la que no pudo hablar por teléfono.

Todavía se lo recuerdo cada vez que puedo.

—Tomá —me dijo, y se levantó de la sillón, reí ante su festejo—. Voy a hacerte comer uno de esos la próxima vez que gane. No te lo voy a dejar pasar.

Oh, no. No había pensado en ello. Ella no tenía que elegir una venganza, yo se la había dado en bandeja de plata.

Era un idiota.

—¿Lo tragaste? —asintió, orgullosa de ello—. Mostrame —abrió la boca y me mostró la lengua llena de chocolate—. Te felicito.

Sonrió de forma malvada, sentí pánico. Había encendido una chispa en ella, y ya no podía apagarla.

—Puedo elegir el próximo desafío —festejó, saltando en su lugar—. Y es que te comas uno de esos.

—Me niego.

—Está bien —dijo, sonriendo, sabía que iba a negarme—. Te desafío a no pensar en sexo por la próxima media hora.

—Es fácil —dije, aceptando, para luego darme cuenta de lo estúpido que fui. Lex tenía tantas maneras de hacerme pensar en sexo—. ¡Desafío imposible! —me quejé, antes de que dijera algo—. Puedo negarme si es imposible. Y lo es para mí.

La granja de Fezco | Euphoria | Fez & Lexi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora