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Maratón 1/4

Emilio:

—Manicotti, rellenado esta mañana especialmente para ti — Mamá colocó sus platos ante ellos con una floritura, una sonrisa radiante en su rostro—. Ahora disfruta —Con un toque en cada uno de sus hombros, se alejó apresuradamente.

Emilio tomó su tenedor y miró al otro lado de la mesa. Joaquin se reclinó en su silla, una media sonrisa en su rostro y sus ojos clavados en Emilio. Un rubor tímido subió por su cuello.

—Estoy muy contento de que tu sobrino haya atrapado esa pelota —La voz baja de Joaquin rompió el hielo. A pesar de las dudas que lo habían atormentado hasta esta noche, Emilio tuvo que admitir que él mismo estaba muy feliz por eso. Por primera vez desde que se conocieron, se inclinó sobre la mesa e inició el contacto. Curvó sus dedos bajo los de Joaquin y le pasó el pulgar por los nudillos.
—Yo también —Los ojos esmeralda se abrieron un poco cuando las fosas nasales de Joaquin se ensancharon.

Visiblemente, los hombros del otro hombre se relajaron sorprendiendo a Emilio.

Hasta ese momento, Joaquin había dado todos los indicios de una confianza fluida. Joaquin se inclinó lentamente hacia adelante.

Emilio miró como hipnotizado.

—Come tu cena, guapo, así puedo llevarte a bailar. Quiero sentirte contra mí —Las palabras susurradas recorrieron la columna de Emilio. Joaquin se inclinó aún más cerca y se quedó allí por un momento—. La anticipación me ha vuelto casi loco esta semana — Emilio tomó aire.

La leve mezcla de la colonia del otro hombre combinada con su aroma natural abrumaba sus sentidos.

Cuando Joaquin finalmente se reclinó en su asiento, apretó sus dedos alrededor de los de Emilio, negándose a soltarlos. Y Emilio ciertamente no se iba a quejar.
Con su mano libre, alcanzó a ciegas su tenedor.

Comer. Sí. Luego bailar.

Su cuerpo palpitaba con la conciencia del otro hombre. Se imaginó la sensación del cuerpo duro de Joaquin presionado contra el suyo y se puso distraídamente un poco de manicotti en la boca. Explotó con sabor y prácticamente se derritió en su boca.
Cerró los ojos para saborear el rico sabor.

—¡Esto es delicioso! —Exclamó después de tragar.
Su cita se rio entre dientes. —Te lo dije. Mamá sabe moverse por la cocina —Joaquin pinchó su propio bocado y se lo metió en la boca.

La sangre ya caliente de Emilio se encendió aún más al ver los labios del hombre cerrándose alrededor el tenedor y deslizándose a lo largo de los dientes mientras sacaba el utensilio de su boca.

Júntate, Emilio. Presta atención.

—Entonces, umm, ¿cuándo es el próximo juego? —Preguntó, tratando desesperadamente de concentrarse en algo además de la longitud endurecida en sus pantalones. Los ojos verdes se levantaron y capturaron su mirada.
—Mañana. ¿Quieres venir? —El brillo diabólico en los ojos de Joaquin hizo que el ritmo cardíaco de Emilio subiera un poco.
—Hey Joaco, ¿la comida está bien? —Una joven rubia se detuvo en su mesa, con una jarra llena de agua en la mano.

Llenó el vaso de Joaquín cuando él asintió afirmativamente y se volvió hacia Emilio.

—Soy Amanda. Debes ser Emilio. Joaco ha hablado de ti toda la semana. ¿Agua? —Ante el asentimiento de Emilio, ella llenó su vaso—. Eres el primer tipo que ha traído aquí. Es un placer conocerte.
—Mandie, caramba.
—Es bueno... —Emilio cerró la boca de golpe cuando hablaron al mismo tiempo.

Un ligero rubor coloreó las mejillas bronceadas de Joaquin. Sin dejarse intimidar por el desconcierto de Joaquin, la chica le guiñó un ojo a Emilio y se alejó tranquilamente con la intención de vigilar los vasos de agua.

El gran espectáculo || Emiliaco M-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora