52. Autodescubrimiento

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—Los voy a extrañar mucho —me despedí de mis tíos mientras les daba un último abrazo antes de que se fueran.

—Nosotros también cariño, cuídate mucho y no olvides llamarnos si sucede cualquier cosa— mi tía se separó del abrazo y me dio un beso en la cabeza, después mi tío hizo lo mismo.

Una vez que pasaron por policía internacional y ya no los pude ver más decidí que era hora de volver a Ritmasen, así que salí del aeropuerto y busqué un taxi que me pudiese llevar de vuelta.

Había sido una mañana espectacular, habíamos ido a tomar desayuno temprano para aprovechar al máximo el tiempo que nos quedaba juntos, también aproveché de comentarles de la invitación que me había hecho Eros, para mi sorpresa ellos lo tomaron muy bien y me dejaron ir, claro que después mi tía se me acerco a decirme en privado que me cuidara y que no hiciese nada que no quisiese.

Cuando llegué al internado me dirigí inmediatamente a mi habitación ya que estos días con mis tíos me habían hecho darme cuenta de cosas que me gustan, pero que al haber empezado esta nueva etapa aquí en Ritmasen había dejado en el olvido.

***

Estaba caminando por los pasillos del Castillo, al ser jueves y haber acabado hace varios días ya la semana ejecutiva, ya había más alumnos que los estaban recorriendo. En mi mano llevaba la hoja con la lista de cosas que me gustaban, que no eran muchas, pero si honestas.

Sé que Murcia me había dicho que estaba bien si no eran muchas cosas las que me gustaban, pero yo sentía que era todo lo contrario, eso significaba que era una persona aburrida, monótona, casi 2D, y eso definitivamente no podía ser bueno.

Llegué a su puerta y di tres golpes secos, ella no dudó en decirme que entrara, cuando lo hice la encontré sentada en su escritorio bebiendo de una taza, y con un cuaderno abierto frente a ella.

—Dorian, un gusto verte de nuevo, toma asiento por favor —me señaló la silla que estaba frente a su escritorio.

Me senté, sin apartar mi mirada de ella y luego apoyé la hoja con mi lista en su escritorio.

—Puede que no sean muchas cosas —le expliqué mientras ella le echaba un vistazo—. Pero no se me ocurrieron más.

—La cantidad no es lo que importa Dorian, y tampoco es cosa de que se te ocurran o no, son cosas que sabes porque te conoces.

Bueno, eso solamente me confirmaba lo que ya sabía, ni siquiera me conozco a mí misma.

—Dime, Dorian, si te preguntasen ahora mismo, ¿qué te gustaría estar haciendo? Porque por tu postura y tu voz puedo asumir que esto definitivamente no lo es.

Inmediatamente arreglé mi postura a una más recta,  lo que hizo que Murcia me dedicase una sonrisa compasiva.

—Pues no lo sé —dije honesta.

—Piénsalo unos minutos, no necesito una respuesta inmediata —apoyó el papel en el escritorio—.  ¿Qué preferirías estar haciendo?

Me puse a pensar, si no estuviese aquí, ¿qué estaría haciendo?

Probablemente estaría en los jardines leyendo, donde eventualmente llegaría Eros a enredarme con sus respuestas a media, o palabras sin sentido, también podría estar en la biblioteca estudiando con Alek, ya que para él tenemos las mismas capacidades y no nos entorpecemos. Otra cosa que podría estar haciendo sería algo relajado e incluso romántico con Philippe ya sea en la ciudad o en el internado, sino estaría hablando con el controlador de Mattia, quien me impondría una actividad que de igual manera me gustaría.

—¿Se te ocurre algo? —me pregunto tranquila.

Me quedé mirándola fijamente y me di cuenta de que me había perdido en mis pensamientos. Pensamientos que había sido consumido exclusivamente por La Realeza, ni siquiera había pensado en mis tíos, o mis amigos,  o Isa.

Besos de una mentiraWhere stories live. Discover now