Capítulo 1.

783 53 10
                                    

21 de Junio.

Dos meses antes de desaparecer.

La voz de Bruno Mars se colaba por los audífonos hasta llegar a sus oídos. Estaba acostada en su cama con los ojos cerrados disfrutando de la canción, distrayéndose del mundo a su alrededor, hasta que algo cayó tan fuerte a su lado ocasionando que rebotara en su lugar.

— ¿Qué demonios sucede contigo? —preguntó quitándose unos de los audífonos e incorporándose en la cama hasta sentarse.

—Estoy aburrida —respondió su hermana. La observó fijamente, el cabello castaño claro —característico en ambas— estaba recortado le llegaba por lo hombros, la piel clara ahora estaba bronceada debido al sol y sus ojos marrones brillaban con diversión, dejándole saber que se encontraba de todo menos aburrida.

— ¿Y por eso tienes que venir a molestarme?

—Me amas.

—Lo que digas. Ya me molestaste ya puedes irte —le dijo a su hermana volviendo a tumbarse en la cama y devolviendo el audífono a su lugar.

— ¿Qué te sucede? —le quitó el mismo.

Lucía soltó un bufido pausando la música, quitándose el otro audífono y dejándolo junto con el celular en su mesita de noche, volviendo a sentarse y encarando a su hermana.

—Anne, estoy bien, ¿por qué tanta preguntadera?

—Es raro verte aquí, eso es todo.

— ¿Por qué no estaría aquí?

—Hoy es la fiesta de Sue, todos creímos que irías.

—No estoy de humor para fiestas —respondió indiferente, colocándose de pie caminando hasta llegar a la puerta de su habitación—, ahora si me disculpas tengo sueño.

—Apenas son las nueves —dijo de forma indignada Anne.

—Soy una vieja —fue su respuesta—, ahora fuera.

Anne se levantó de la cama y salió de la habitación, Lucía cerró con seguro para que nadie más le molestara, en lugar de volver a la cama se sentó en la silla frente a su escritorio; encendió su laptop y un nuevo documento en word esperaba por ella. Escribía y borraba, escribía y borraba, su cabeza era un caos, hacía días o semanas —había perdido la cuenta— que se sentía así pero no lograba entender de todo el sentimiento.

Cerró con más fuerza de la normal la laptop, frustrada, se reclinó en la silla giratoria dejando su mirada fija en el techo. Como bien lo había dicho su hermana esa noche sus amigos habían salido de fiesta, pero ella había decidido quedarse en casa, eso no era raro en ella lo raro era que había rechazado la invitación de sus amigos y ella era alguien que amaba pasar tiempo con sus amigos; pero esa noche solo le apetecía quedarse entre las cuatro paredes de su cuarto, escuchando música e ignorando todo a su alrededor, algo que logró hasta que su hermana entró en su burbuja.

Estuvo un buen rato meciéndose en la silla hasta que se mareó. Fue hasta la ventana la abrió y se sentó en el alféizar justo debajo de ella, la última semana había estado lloviendo y tal parecía que esa noche no iba a ser la excepción.

Contrario a las personas con las que convivía, Lucía amaba las noches llenas de lluvia o nieve, por lo que sentada en su ventana se dispuso a disfrutar de tal vez la última llovizna por un largo rato, después de todo ese mismo día el verano había llegado.

30 de Junio.

Dos meses antes de desaparecer.

En definitiva odiaba el verano, apenas llevaba una semana y el calor era insoportable.

—Venga Lu, solo será un rato nada más — Sue, una de sus amigas la estaba intentando convencer de ir al centro por unos helados —, además, Joe nos llevará en su auto, no debemos sufrir de calor ni de ida ni de venida.

—De acuerdo —murmuró resignada, levantándose de su cama,  observando a Sue, el cabello color chocolate de su amiga estaba en atado en un moño desordenado, llevaba un pantalón corto y una camisa de tirante, estaba más bronceada que la última vez.

»—¿Puedo cambiarme por lo menos? — preguntó señalando su pijama.

—Tienes cinco minutos.

Se colocó un vestido azul y apenas pudo terminar de atarse los cordones de sus zapatos cuando Sue enganchó su abrazo con el de ella y la sacó de su habitación, sus padres se encontraban trabajando y su hermana en casa de una amiga, por lo que no había nadie a quién informar sobre su salida. El auto de Joe —otro de sus amigos— se encontraba estacionado fuera de su casa esperando por ellas, cosa que agradecía internamente.

—Miren a quién tenemos aquí, la osa que hace hibernación en verano, ya empezaba a olvidarme de tu cara —comentó Joe burlón una vez estuvieron dentro del auto, Lu iba en el asiento del copiloto y Sue en los de atrás, recostada tanto como el espacio le permitía.

—Y yo que me alegré al no recordar la tuya —le devolvió el saludo.

—Amanecimos chistositas hoy —murmuró comenzando a conducir.

—Te queda bien el corte —le hizo saber. Joe tenía el cabello de un rubio muy claro parecido al de una Barbie, siempre llevaba el cabello medianamente más largo de lo habitual pero en esa ocasión se lo había cortado hasta dejarlo corto, muy corto para el estilo de Joe.

—Eso lo dices para no hacerme sentir mal.

—En parte —admitió—, pero de verdad te queda bien, debería dejarlo así siempre.

—Si amanecimos chistositas hoy —repitió.

El resto del camino fue en silencio, aunque tampoco era una trayectoria larga, solo cinco minutos desde su casa hasta la heladería. Salvo por una pareja el lugar se encontraba vacío, las chicas se sentaron en la mesa de siempre —a que está en el medio del local por ser la más grande— mientras Joe hacia el pedido.

—¿Alguna de ustedes ha obtenido respuesta? —preguntó cuándo volvió con los helados.

—Creí que nunca preguntarías —se apresuró a responderle Sue—, al fin he sido aceptada en la facultad de Ingeniería en la Universidad de Ottawa —sus acompañantes no dudaron en felicitarla, le había costado mucho poder entrar en dicha universidad— ¿qué hay de ti Joe?

—Pues déjame decirte que tendrás que soportarme por unos cuantos años más porque también he sido aceptado— la ronda de felicitaciones volvió a repetirse— ¿y a ti Lu, ya te dieron respuesta?

—No, aún no.

—Aún hay tiempo, seguro en una semana el sobre estará en tu puerta —le animó.

Comieron sus helados conversando de otros temas dejando de lado el de la universidad. Mientras conversaban la mente de Lu estaba en otro tema, Joe se equivocaba, la carta de aceptación no llegaría la semana próxima porque ya llevaba un mes entero en la gaveta de su escritorio.

No supo el por qué les había mentido, no lo atribuyó al hecho de que era en una universidad en la otra punta del país, tampoco al hecho de que nadie conocía la noticia, simplemente no quiso compartirla con nadie.

¿Acaso estaba mal ocultar tal noticia cuando ellos le habían contado con tal alegría las suyas?

¿Por qué últimamente sobre pensaba cada cosa que le sucedía?

¿Qué ocurría con ella?

Con Amor, Lucía. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora