Capítulo 4.

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17 de Julio.

Un mes antes de desaparecer.

En plena tarde de verano lo que uno más anhela es una ligera brisa, poder disfrutar de un refrescante baño en la piscina o simplemente quedarse en casa con el frío proveniente del aire acondicionado.

Desgraciadamente ese no era el caso de nuestra querida Lu. Se encontraba sudando, con el cabello pegado a su frente y nuca, queriendo quitarse la ropa, mientras corría calle abajo como si su vida dependiera de ello.

—Te... Voy... A... Matar —comentó pausadamente mientras jadeaba una vez de detuvieron.

—No es para tanto, además, necesitabas hacer ejercicio —respondió el chico a su lado, cabe destacar que respirando con un poco más de normalidad que ella.

—Hay muchas más forma de hacer ejercicio, Nicols —dijo mientras se enderezaba sosteniendo su abdomen—, recuérdame porque acepté salir a correr contigo.

—Porque eres la mejor acompañante del mundo, y porque fuiste la única que está realmente loca para acompañarme —confesó mientras le apretaba las mejillas— y deja de llamarme por mi apellido.

—Soy tú última opción, muy mal, Morgan, muy mal.

—Solo porque me has llamado por mi nombre te mereces un helado.

—Bendito seas, Morgan —no tentaría su suerte llamandolo por su apellido.

Comenzaron a caminar hacia el parque, a pasos moderados para tranquilizar sus irregulares respiraciones, aún quedaban dos horas de luz solar, pero el sol ya  comenzaba a esconderse entre las nubes y una suave brisa le acompañaba.

El parque estaba un poco más concurrido que de costumbre, todos aprovechaban esa hora para poder dar un paseo sin el intenso sol de verano. Era su hora favorita para hacer cualquier actividad fuera de casa —menos correr claro está—, disfrutaba cerrar los ojos y sentir la suave brisa refrescar su rostro.

Mientras Morgan compraba los helados se sentó en césped recién cortado, le gustaba analizar a las personas que se encontraban ahí. Algunas salían a pasear a sus perros, otras sacaban a jugar a los niños, algunos daban un lento paseo por el sendero y las otras, un grupo muy reducido —más que todo adolescentes— iban a sentarse, solo a eso.

—De menta y chocolate —anunciaron a su lado sacándola de su ensoñación.

—Gracias, lindo caballero.

—No me llames lindo —refunfuñó por lo bajo comenzando a comer su helado.

— ¿Qué tus padres no te enseñaron a no decir mentiras?

—Comete tu helado, en silencio, preferiblemente.

—Sí, señor —murmuró divertida.

Comieron sus helados sin prisa alguna, disfrutando de cada cucharada, admirando como poco a poco el cielo se teñía de distintos colores, todo en completo silencio.

Eso era lo que más le gustaba de pasar tiempo con Morgan, saber que era agradable estar con él en completo silencio sin sentirse incómoda o querer llenarlo con alguna estupidez. Era de su completo agrado y sabía que su amigo pensaba igual, porque contrario a lo que le había dicho sabía que había sido su primera y única opción para salir a correr o como ella le gustaba llamarlo escape de realidad al estilo Nicols.

Cuando terminaron de comer, Morgan se acostó en el césped, Lu supo que estarían allí un rato más de la cuenta por lo que no le quedó de otra que tumbarse a su lado. Observó el perfil de su amigo, su piel a pesar de tener un tono trigueño, aún seguía sonrojada por el esfuerzo que había hecho, su cabello castaño estaba revuelto y seguía pegado a su frente como lo tenía un poco más largo de lo habitual le rozaba los pómulos; tenía los ojos cerraron y su respiración era tan pausada y ligera que Lucía creyó que se había dormido, pero unos segundos después Morgan giró la cabeza en su dirección dándole a entender que seguía muy despierto.

Con Amor, Lucía. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora