-¿Abuela?....-

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—Hoy niños visitaremos a su abuela

—¿Abuela?— Preguntaron ambos niños curiosos

—Les explicaré en el viaje

Y así fue como los tres emprendieron la caminata en dirección a la casa de al parecer su abuela. Ambos tomaban una de las manos de su padre mientras caminaban a paso lento y tranquilo, los pequeños disfrutando de la compañía de su padre y ellos mismos y el mayor disfrutando de la compañía de sus ambos hijos.

—Vater... ¿y si nos dirás sobre aquella abuela?

—Verán... su abuelo, mi padre, no solo murió por su disolución... hay otra forma en que un país o imperio puede morir...

—Cuál es? Debemos saberla! Para poder estar al tanto— Dijo el pequeño que utilizaba lentes.

—La única otra forma en que un Imperio o País puede morir es si se enamora de un humano... Su abuela no es su abuela de forma sanguínea. Les contaré; cuando mi padre era emperador conoció a cierta chica humana que hizo que sintiera mariposas en su estomagó... ambos se enamoraron profundamente del otro, pero pronto su abuelo se entero que aquel amor era mortal pues agotaba sus fuerzas cada vez que su amor por ella aumentaba. Pero el la amaba demasiado como para llegar a decirle algo sobre su condición. Su abuela tampoco tardó en darse cuenta que el  amor entre ambos les estaba haciendo daño, por lo que trato con todas sus fuerzas por alejarse de su abuelo para no seguir haciendole daño. Pero mi padre no la dejo ir. Ella era perfecta, era cariñosa, paciente, hermosa y siempre me acompañaba cuando yo solía dibujar. Siempre que llegaba una carta de mi padre cuando el iba a la guerra ella me la leía y me cantaba una bella canción antes de ir a dormir...— Contaba el nazi recordando a aquella mujer que era lo más similar a una madre para el. 

—¿Y que le paso? ¿Por que nunca la hemos visto?— Pregunto uno de los gemelos al ver a su padre tan melancólico y triste.

—Occidente, cierto que hay fines de semana que yo salgo y no vuelvo en un día o dos?

—Si— Respondió el nombrado.

—Esas veces, es cuando yo la vengo a ver. Su abuela ahora esta en sus últimos momentos, esa es la razón por la cual los traje. Su abuela los quería ver antes de reunirse con su abuelo

Luego de eso el camino fue solo un silencio hasta que finalmente llegaron a una cabaña un tanto apartada de la ciudad. El mayor introdujo su mano al bolsillo izquierdo de su chaqueta y saco una llave de color plateado. Lento y con una mirada en la cuál se notaba que intentaba con todas sus fuerzas no llorar abrió la puerta encontrándose con la imagen de su "madre" mirando una fotografía sentada en un sofá carmín cerca de la chimenea con el fuego encendido. La mujer volteo y al verlo esbozó una hermosa sonrisa.

—¡Hijo! Te estaba esperando. Ven, dame un abrazo y muéstrame a tus bellos niños. Les tengo unos regalos— Decía la mujer sin quitar aquella sonrisa de su rostro.

Aquella tarde se la pasaron los cuatro entre recuerdos y anécdotas que contaba la mujer mientras que los gemelos comían algunos dulces. El nazi no podía evitar sentirse feliz pero al mismo tiempo sentir una horrible tristeza.

Y al final del día los niños ya se encontraban profundamente dormidos en uno de los sillones de la sala arropados con una frazada mientras que el nazi tomaba y acariciaba la mano de su madre la cual sonreía y acariciaba de igual forma la mano de aquel que consideraba su hijo.

—Te quiero mucho mi niño... Me alegra que me hayas venido a visitar esta vez con tus hijos antes de que yo parta de este mundo para seguir cuidándolos a ustedes junto a tu padre...

—No digas tonterías madre. No los llames a si, son tus nietos también...

La mujer sonrió y miro el fuego aún acariciando la mano de su hijo. La habitación quedo en un silencio unos segundos antes de que la voz de la señora se volviera a escuchar.

—Hijo del corazón...Deja ya de llorar... Junto a ti, yo voy a estar, y nunca más te han de hacer mal... Tus ojitos llenos de luz, el llanto no ha de nublar. Ven aquí mi dulce amor, nadie nos ha de separar...hmm...mmm....mm...Hijo mio, mi amor... No me importa el sufrir. Cómo un sol tú me das luz, y das calor a mi vivir. Ven mi amor, ven mi amor. —Cantó la mujer limpiando las lágrimas del nazi que caían se forma silenciosa. Sonrió y acaricio el cabello de su hijo antes de recostarse en el sillón y cerrar sus ojos dando por fin, pero dando comienzo a su descanso eterno.

—Madre... te quiero...— 

Las lágrimas del nazi se hicieron mas continúas y algunos gimoteo se hicieron aparecer mientras abrazaba el cuerpo de su madre aún sintiendo el calor de este. Beso la mejilla de su madre y siguió llorando. En el mayor silencio posible para no despertar a sus hijos.

—Mamá...

𝑨𝒍𝒍𝒆𝒔 𝑮𝒖𝒕𝒆 𝒛𝒖𝒎 𝑮𝒆𝒃𝒖𝒓𝒕𝒔𝒕𝒂𝒈...[Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora