Capítulo 5

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Llevaba dos días viajando con Miroku, dos días exterminando demonios menores y cobrando como si fuesen una real amenaza, no es que él realmente necesitara nada de los humanos para sobrevivir, pero el negocio era lo que mantenía a los niños de Miroku bien alimentados y a las aldeas seguras.

"Ahora tu también tienes alguien a quien proveer" le había recordado Miroku con una sonrisa cuando aceptó unas cuantas telas de los más bonitos estampados, regalo del Lord de esas tierras. "Anda, escoge. ¿Cuál crees que le gustará más a la señorita Kagome?"

Las observó, no tuvo que pensarlo mucho.

"La rosada, es su color favorito" pensó en su cuarto, en la casa de su madre. Todo en el cuarto de Kagome era rosado. Se propuso a si mismo conseguir cosas de aquel peculiar color para que de alguna forma ella tuviese algo de su mundo.

Al llegar a la aldea de la anciana Kaede, el aroma a Kagome lo invadió. No tuvo tiempo a buscarla con la mirada porque tan pronto llegó a la cabaña de Sango y Miroku sus brazos lo envolvieron. Saltó sobre él y lo besó. Estaba seguro que su cara tenía el mismo color rojo que su ropa, pero le respondió el beso.

Miroku tosió.

"Si me disculpan, iré a ver a mi esposa y mis niños"

Kagome se separó de él con expresión avergonzada, al notar la mirada del resto de los aldeanos sobre ellos.

"Lo siento, te extrañe"

Era tan extraño que aquella muchacha tan hermosa, tan pura, tan querida por todos no sintiese vergüenza alguna en demostrar su afecto por un ser como él. Que se disculpara como si él fuese el apenado por la situación. La abrazó y deslizó las garras por su cabello azabache.

"También te extrañe"

Mi pequeña KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora