Capítulo 16

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InuYasha no le quitaba las manos de encima. No es que fuera algo consciente, pero Kagome lo notaba, cuando hablaban, cuando estaban cerca, InuYasha siempre ponía sus manos en ella. En su cintura, en su cadera, tocaba su cabello o la abrazaba por la espalda.

"Está sucediendo algo en mi?" InuYasha la miró confuso, tenía la respiración agitada después de una noche intensa en practicar juntos. Se limpió el labio, aún húmedo del orgasmo de Kagome.

"En ti? Estas deliciosa pero eso es como siempre" Kagome se sonrojó, mientras él sonreía, la tomaba por la cintura y la acomodaba sobre él.

"No ahora tonto, estás más posesivo que lo habitual" InuYasha se quedó pensando un momento, algo en Kagome había cambiado si. Podía sentir la marca cada vez más fuerte, podía olerse en ella como nunca antes y sabía que tenía que ver con que estaba marcando su territorio a diario en su cuerpo con su semilla.

Desde hace dos días en las aguas termales, Kagome había perdido toda timidez en referencia a las erecciones que provocaba en él y en ayudarlo a solucionarlas, soluciones que casi siempre terminaban sobre ella.

"Me gusta eso" confesó, jugando con un mechón de pelo blanco entre sus dedos, todos los que la conocían apostarían a que la miko era una muchacha inocente y dulce, pero él sabía que había mucho más que eso, el deseo de Kagome no era ni de lejos tan suave y puro como su apariencia. El aroma a la sangre en el aire lo probaba. La huella de sus garras en su espalda y sus colmillos en su clavícula lo probaban, al principio sentía terror de lastimarla pero era ella quien lo miraba con esos preciosos ojos chocolate y le pedía que la muerda, que la marque. "Cuando me marques de verdad, ya no se irá, verdad?"

"No, será permanente en tu piel"

"¿Me dejarías hacer algo?" Asintió. La dejaría hacer todo lo que ella quisiera. Kagome sonrió, con esa expresión traviesa que le daba escalofríos, sintió como su pequeña lengua humedecía su cuello, como lo besaba y mordía. "Tu también tienes una marca ahora" explicó.

Se llevó la mano al cuello, aún húmedo de saliva. No necesitaba verse para saber lo que la pequeña sacerdotisa había dejado ahí.

La abrazó contra él y le besó la frente.

La amaba y la deseaba tanto como nunca creyó capaz. Había algo en su ternura, en su alegría, en su sensualidad que lo dejaba de rodillas ante ella. Al demonio si ella le dejaba marcas, él era completamente suyo.

"Tienes que dormir, mañana debes irte" Mañana él y Miroku irían hasta ununa región bastante al norte para exterminar al demonio de la luna llena. "Te extrañare tanto"

"También te extrañare, volveré lo antes posible" Kagome se acurrucó contra él, refregando su precioso rostro en el hueco de su cuello mientras él hundía la nariz en su cabello, aspirando su aroma

"Te amo"

"Y yo a ti, ka-go-me" 

Mi pequeña KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora