Adriana
La mañana siguiente fuimos a la Beneficencia, no tenía nada para dar o ofrecer salvo mi ayuda y me parecía poco pero en casa no es que nos sobrara el dinero tampoco, a ver no es que nos faltara pero no podíamos darnos el lujo de derrocharlo. De pequeña siempre decía que si me tocaba la lotería destinaría el dinero a abrir un centro de ayuda para familias, pero veía muy lejos que eso pudiera pasar.
Al entrar en el local se respiraba felicidad, los niños correteaban y jugaban y a los padres se les veía relajados, como en casa. Jayden me presentó a las familias y a los voluntarios, todos eran muy agradables y enseguida me puse manos a la obra para ayudar en todo lo que necesitaran. Esai se encontraba tras los fogones canturreando alegre y me acerqué a preguntarle si necesitaba ayuda.
-Mis padre y hermanos deben estar por llegar -sonó una campanita-. Sí esos deben ser ellos, suelen venir a la misma hora siempre. Ven te los voy a presentar. -Le pidió a una chica que vigilara la comida al fuego y salimos de la cocina. -Mirad, esta es Adriana la chica que...
-Ya sabemos quien es -dijo su madre. -La tortilla estaba buenísima.
-¿De verdad?
-¿Verdad que sí querido? -miró a su marido quien asintió alegremente-. Jayden nos ha hablado mucho de ti pero debo decir que eres mucho más guapa de lo que decía. -Me sonrojé.
-Muchas gracias -sonreí.
-Ojalá mi Esai encuentre una chica como tú.
-Mamá -dijo avergonzado este.
-Lastima que sólo haya una como ella -añadió Jay a la conversación abrazándome por la cintura.
-Eso es cierto cariño, una pena.
-Nosotros volvemos dentro -avisó su hijo.
-Id tranquilos, espero verte más a menudo por aquí -dijo su madre después de abrazarme.
-Seguro que sí -le eché un vistazo a Jayden para convencerlo de que volviera a traerme.
Me encantó pasar tiempo con esa gente, muchos me contaron lo que les trajo allí, algunos se avergonzaron al admitir que el motivo había sido a causa de las drogas o el alcohol y otros simplemente no habían tenido una vida fácil. Lloré con cada uno de ellos y pasé de intentar "consolarlos" a ser yo la consolada. Si estuviera en mis manos les daría todo o más de lo que necesitaran porque de verdad no merecían aquello.
Por la tarde estuvimos en casa, enseñé a Jayden a poner una lavadora y me preparó tortitas para merendar como recompensa, vimos películas, jugamos, nos besamos, me ayudó a limpiar un poco la casa, volvieron a haber más besos. Si había algo que se le daba perfectamente bien a Jay era distraer, cuando había algo que no quería hacer venía y pegaba sus labios de pez a los míos para que dejara de hacer lo que estuviésemos haciendo.
El timbre sonó y le pedí que tendiera mientras abría.
-¿No hay secadora? Juraba que teníamos una aquí. -Se quejó.
-No hay, no seas vago.
-Tendré que hablar con mi padre, no puede ser que no haya ninguna.
-Voy a abrir. Por favor, estírala bien. -El timbre volvió a sonar y lo dejé "tendiendo" si se le podía llamar así a colgar la ropa echa una bola. Abrí la puerta y me encontré con Oli.
-¿Por qué tardabas tanto? ¿He interrumpido algo?.
-Sí, mi enseñanza de como tender un vestido. ¿Por qué no has ido por el jardín como siempre? -le pregunté.
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¿Puedo besarte?
Novela JuvenilPrimer libro de la bilogía 💋Pídemelo 💋 Adriana de 17 años, vivió una de las peores "experiencias" que se pueden sufrir en la vida. Por ello su madre decide trasladarse con ella a California. Aquí conocerá a Jay, amable, cariñoso y muy atractivo. P...