<PROFESOR>

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ale la pena recalcar que yo siempre he sido un niño muy curioso por el sexo gay. Desde muy joven recuerdo como veía las pelis porno y no podía dejar de pensar en lo bien que se sentiría ser follado de una forma. Sin embargo, no tenía muchas oportunidades en donde explorar ese lado de mí. Esto hasta que conocí a uno de mis monitores de una clase de bachillerato. Él era un chico corpulento, atlético, adicto al futbol y yo no podía dejar de mirar su paquete bajo la pantaloneta de educación física cuando jugaba. Siempre trataba de buscar un espacio para estar con él ya que desde hace algún tiempo había tenido la oportunidad de mamársela en varias ocasiones. Me encanta poder bajar ese pantalón para poder sacar su sabroso miembro el cual engullía con gran placer. Sin embargo, como no hay nada oculto entre el cielo y la tierra, estas historias llegaron, sin querer, a los oídos del profesor de la clase principal: el profesor Rigelmer.

Todo sucedió porque el monitor de esa clase lo había mencionado al profesor Rigelmer con el fin de avergonzarme, sin embargo, las acciones del profesor fueron bien distintas. El profesor me llamó una tarde a la hora del recreo al salón de clases. No era el típico niño que anda metido en problemas por lo que me inquietaba la razón del llamado de aquel día. Cuando entré, la luz estaba entrando por las ventanas, lo que le daba un ambiente cálido. Saludé al profesor apenas entré.

– Hola profe, buenas tardes, ¿me necesitaba? – dije con nervios.

– Sí, Camilo, quería hablar contigo de algo. Siéntate.

Me senté al frente del escritorio de él, cuando su mirada se tornó algo sombría. Yo por mi parte tenía un poco de nervios.

– Entonces veo que te la has llevado muy bien con el monitor de la clase. Sneyder, ¿no es así? – dijo el profesor mientras acentía con una sonrisa villanesca.

– Sí, profe, la verdad es que me he sabido llevar muy bien con él – tragué un poco de saliva. Nervioso.

– Sí, eso veo... aunque estuve hablando con él y las monitorias que te da no es lo único que mencionó.

Hice una cara de extrañado ya que no tenía ni idea a qué se refería. Aunque poco a poco me pude dar cuenta que hablaba de las mamadas que le había dado a Sneyder estos últimos meses.

Bueno, Sneyder comentó que enseñarte ciencias sociales no es la única cosa que hace. Lo cual suena interesante saber de esas habilidades escondidas que tienes... – se empezó a agarrar el paquete por debajo de la mesa, aunque muy sutilmente. Aún no lo notaba del todo.

-Yo... yo no sé a qu...

– No tienes por qué negarlo, estamos en un lugar de aprendizaje. Y lo que puedes aprender acá es mucho más valioso que lo que vemos en clase.

El profesor se paró y se empezó a agarra el paquete. Estaba asustado, pero a la vez un peso caía de mi espalda; no había ningún problema con el profesor, solo quería hacerme su perra sumisa por el curso. Lo cual, me emocionaba en lo absoluto.

– Ven y tócame el bulto – dijo el profesor.

Procedí a alagar mi mano para poder tocar el miembro y sentir lo duro que se ponía. El profesor tenía un clima juvenil, no tenía menos de 30 años, pero estaba muy conservado para su edad. Tenía una mirada fría, como si supiera que era mi deseo y mi deber servirle. Se empezó a bajar el pantalón y podía sentir cómo todo mi cuerpo correspondía al momento.

Aunque Sneyder me dice que tienes miedo de dar el culo, que te duela cuando te clave el hoyito... – Y la verdad es que así era, por más puta que quisiera ser, mi miedo hacia el dolor por el sexo anal era real. No podía dejar de pensar en eso cuando lo hacía – pero no tienes por qué preocuparte. Vamos a tener mucho tiempo para practicar.

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