Tres.

132 28 6
                                    

𝑲𝒊𝒉𝒚𝒖𝒏.

Entré a la habitación.

Lo encuentro sobre la cama, jugando a las cartas con sus colegas, riendo.

-¡Eh, Shownu, tienes visita!- le llaman.

Se da la vuelta.
Y me mira.
Y puedo soltar todo el aire contenido en los pulmones.

Se ve contento, pienso ¡Tan increíble es el hombre con el que me casé, que a pesar de todo está contento! ¡Todo él es tan mío aún!

-¡Vaya!¡Hasta acá me has encontrado!-
Daba risa verlo, con su pijama de talla 48, el, que usa una 52. Las mangas cortas, los pantalones... Pero ya le había bajado la hinchazón de la cara... Les inyectaban no sé qué solución.

-¿Tú, perdido?- le pregunté.

Y él ya me estaba abrazando.

Y yo tampoco quería soltarlo.

-Sentadito.- La médico no lo deja acercase a mí-. Nada de abrazos aquí.

No sé cómo, pero nos lo tomamos a broma. Y al momento todos se acercaron a nosotros; vinieron hasta de otras salas. Todos eran de los nuestros. De Prípat. Habían sido 28 los que habían traído en avión.

"¿Que hay de nuevo, qué pasa en la cuidad?"

Yo les cuento que he empezado la evacuación, cómo se han llevado a la gente a la fuerza durante unos tres o cinco días. Los chicos se callaron.

Yo sólo quería estar a solas con mi esposo, mi Nunu, aunque sólo fuera un minuto. Los muchachos, como si leyeran mi mente, cada uno se inventó un pretexto para salir al pasillo.

Entonces lo abracé y lo besé.

El se apartó.

-No te sientes cerca. Coge una silla.

-Son bobadas- le dije, restándole importancia-. ¿Viste dónde se produjo la explosión? ¿Qué pasó? Ustedes fueron los primeros en llegar.

-Hay rumores de un sabotaje. Alguien que lo hizo a propósito. Todos los chicos piensan lo mismo.

Entonces decían eso, y lo creían de verdad.

Al día siguiente, cuando llegué, ya los habían separado; cada uno en una sala aparte. Les habían prohibido salir inclusive al pasillo. Hablarse. Se comunicaban golpeando la pared.

Punto-raya, punto-raya.

¡Vaya, que hasta para eso eran creativos!

Los médicos se justificaban diciendo que cada organismo reacciona diferente a las diferentes dosis de radiación, de manera que lo que uno aguanta, puede que otro no lo resista.

Allí donde estaban, de izquierda a derecha y en el piso de abajo. Sacaron a todo mundo de ahí, no dejaron ni un sólo paciente, ni por debajo, ni por encima, nadie.

Viví tres días en casa de unos conocidos de Moscú. Mis conocidos me decían: coge la cazuela, coge comida, todo lo que necesites, no sientas vergüenza ¡Así eran mis amigos! Yo hacía sopa de pavo, la favorita de Shownu, la que me enseñó a preparar cuando recién nos casamos, (aunque nunca fuí un haz para la cocina, fue el único plato que aprendí a cocinar de pies a cabeza), también llevaba para los chicos, seis porciones. Del mismo turno, todos estaban de guardia esa noche.
Me daban dinero, entonces yo pasaba por víveres para todos, pasta de dientes, cepillos, jabón, no les daban nada de eso en el hospital.

Ahora admiro a aquellos conocidos míos; tenían miedo, por supuesto, pero de todos modos se prestaban a ayudarme: "¡Coge lo que necesites! ¿Cómo sigue él? ¿Y los demás? ¿Saldrán con vida? Con vida...".

En aquellos días me topé con mucha gente buena, pero, a decir verdad, no los recuerdo a todos.

En este punto, todo mi mundo se redujo a un sólo punto.

Se achicó.

A él, sólo a él.

Recuerdo a una auxiliar ya mayor que me fue preparando.

-Algunas enfermedades no se curan. Debes sentarte a su lado y acariciarle la mano.

Por la mañana temprano, salía al mercado, de allí a casa de mis conocidos y preparaba el caldo. Había que rayarlo todo, desmenuzarlo y repartirlo en porciones... Uno me pidió: "Por favor, sólo tráeme una manzana".

Con seis botes de medio litro. ¡Siempre para seis! Y para el hospital... Me quedo ahí hasta la noche. Y luego, de nuevo a la otra punta de la cuidad, me preguntaba, ¿Cuánto hubiera podido resistir? Pero cuando lo veía, sabía que aguantaría todo por verle a él.

Pero, a los tres días, me ofrecieron quedarme en el hotel destinado al personal sanitario, en los terrenos del propio hospital. ¡Dios mío, la felicidad que me dió!

-Pero allí no hay cocina. ¿Cómo voy a prepararles la comida?

-Ya no tiene que cocinar. Sus estómagos han dejado de asimilar alimentos.

El empezó a cambiar.

Cada día me encontraba con una persona diferente al día anterior. Las quemaduras le salían hacia afuera. Aparecían en la boca, la lengua, las mejillas. Primero eran llagas, pero luego fueron creciendo, las mucosas se le caían a capas, como si fueran unas películas blancas... El color de su cara y su cuerpo..., azul..., rojo..., un gris parduzco.

Y sin embargo, todo en él era tan mío, ¡Tan querido! ¡Era el hombre más guapo del mundo desde que lo ví por primera vez! ¡Es imposible contar eso, ni siquiera soportarlo!...

Lo que me salvaba era el hecho de que todo sucedía de manera instantánea, de forma que no tenías tiempo ni para llorar.

¡Lo amaba tanto, pero aún no sabía cuánto! Apenas nos habíamos casado... Aún no nos habíamos saciado el uno del otro... Vamos por la calle. Él me coge en brazos y se pone a dar vueltas.

Y me besa, me besa mucho.

Y la gente que pasa ríe...










Cortito pero bonito.
¡Gracias por leer! c:
Los ama:
-𝑴𝒂𝒏𝒈𝒐𝑻𝒂𝒏𝒈𝒐.🐝

𝑩𝒂𝒋𝒐 𝒍𝒂𝒔 𝒓𝒂𝒊𝒄𝒆𝒔. (𝑺𝒉𝒐𝒘𝒌𝒊)Where stories live. Discover now