II

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—Éveillé...se réveiller—

Abrió sus ojos con lentitud sintiendo un pesar en su pecho. Otra vez había soñado con esa dulce voz que le pedía despertar entre risitas tiernas, con unas caricias hacia su cuerpo, la luz sobre sus párpados y una figura distorsionada que su mente le impedía ver, pero como siempre al final terminó por despertar de uno de sus nulos momentos de paz en aquel lugar.

Gruñó intentando acostumbrarse a la luz del cielo azul pestañeando varias veces y suspiró con desgana sabiendo que su tortuosa existencia seguía en ese mundo, después de todo seguía vivo, 2000 malditos años y seguía vivo. Se levantó hasta quedar sentado sobre la orilla de su mullida cama con lentitud para evitar mareos, se estiró sin muchas ganas escuchando sus huesos tronar y acomodo su camisa desabrochada volviendo a colocar los botones en su respectivo espacio. No pudo irse cuando un pequeño pajarillo que volaba por los alrededores cantaba alegremente y llegó hasta posarse sobre su ventana moviendo sus alas y cabeza, de un color azul intenso que le causó una extraña nostalgia, un color azul así de brillante y vivo ¿Dónde había visto un azul tan electrizante como los rayos en una tormenta? ¿En dónde había visto ese color tan mágico y a la vez tan desagradable? Su expresión indiferente no cambió en ningún momento mientras lo observaba atentamente. Sus cabellos negros ondearon de un lado a otro por el viento que se colaba desde su ventana y sus labios secos se entreabrieron con anhelo.

Se veía tan feliz aquel animalito, tan contento con su canto que le dio envidia, no podía creer que sentía celos de un animal tan frágil como lo era un ave, ese pájaro era libre de irse volando de ahí y cantaba con un sentimiento que él había olvidado siglos atrás, sin embargo él no, estaba encerrado en ese lugar sin poder salir ni cantar con una alegría ya perdida y olvidada por su mente vieja. Parpadeo cuando sintió algo mojado cual agua sobre su cara y suspiro sabiendo lo que era.

Una humedad en su mejilla que era fácil de sentir, acercó sus dedos hasta su palidez para retirarlas sin prisa sintiendo como aquello no eran lágrimas ni gotas de lluvia, las gotas de sangre salpicada le desanimaron prestamente manchando las yemas de sus dedos con el color carmín que corría por las venas de cada uno de los seres vivos. Por unos pocos momentos había olvidado la condena que sufría en ese lugar para preocuparse por el pequeño animalillo que había despertado sus sentidos aislados. Los rosales malditos que le aprisionaba habían abrazado al ave azul con un cariño sádico y sus espinas se habían clavado en su cuerpo hasta matarlo, solo quedaba un cascarón vacío ensangrentado con los ojos negros salidos de sus cuencas y el antes canto solo fue un eco más que daba vueltas por su cabeza, como una música extraviada en su corazón, una tonada dulce que sabía había escuchado antes, pero ¿Dónde?.

El de cabellos azabache cuál carbón parpadeó indiferente poniéndose finalmente de pie olvidando el escenario frío y grotesco que había pasado frente a sus ojos, caminó arrastrando sus pies descalzos por el frío suelo de su habitación y cuando estiró su mano hasta el cadáver del pequeño pájaro lo soltó de su prisión de espinas y dejó que cayera en picada hasta el suelo. No le importó que las espinas le rasgaran su piel y la sangre de sus manos cayera como catarata, dejó caer su pequeño cuerpo donde los pétalos de rosa lo recibieron como una cama de descanso eterno y se dio la vuelta sin importarle que su mano estuviera herida, al final el animal había sido libre, había muerto y descansado mientras que él estaba condenado a vivir. Esa clase de dolor físico como el de sus rasguños en sus manos no era tan fuerte como el dolor emocional que sufría su alma cada década que pasaba encerrado en aquel tortuoso lugar.

Aún descalza salió de su habitación con sus oídos zumbando por el denso silencio sobre su cuerpo al estar solo en ese enorme castillo, rasguño las paredes sintiendo sus uñas despegandose de su carne y pintando de rojo las paredes blancas del lugar, mínimo para tener un poco de sonido en su solitario mundo le gustaba hacer eso, bajo las escaleras del palacio entre ecos del pasado que se le hacían conocidos como esa música extraña que no podía descifrar bien y luego fue hasta el comedor de madera fina para tomar asiento en una de todo el montón de sillas ahí.

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⏰ Last updated: Mar 24, 2022 ⏰

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