13.

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Día 25. 23:15

«Yo te sujetaré» dijo Valentina después de un momento, aún la una en los brazos de la otra, de pie, en la entrada de su pequeño apartamento «Tu padre lo ha dicho, estoy ahí para eso. Le he demostrado a Andrés que él tenía razón, y lo haré contigo también»

Juliana se separó un poco para mirarla a los ojos. Desde lo alto de sus tacones de aguja, se encontraban a la misma altura y solo tuvo que dar un paso hacia delante para besarla de nuevo. Valentina la sintió inspirar profundamente y sintió sus manos agarrándola por la nuca atrayéndola más hacia ella. Ella posó las suyas en su espalda y en su cintura para no perder el equilibrio inclinándose para acentuar su arqueo. La atrajo de nuevo y la pianista rodeó su cuello con sus brazos a la vez que emitía un gemido de satisfacción que puso la piel de gallina a la rubia.

Sus labios ya no se separaron, como si al encontrarse finalmente se hubieran vuelto dependientes la una de la otra.

«¿Quieres ver mi apartamento?» dijo Valentina cuando se separaron pero sin despegarse.

Juliana asintió, pero en lugar de moverse, volvió a tomar posesión de sus labios y la joven vendedora creyó desfallecer cuando sintió su lengua pedir tímidamente acceso a su boca. Se separó de ella, la respiración un poco entrecortada y esperó a que ella abriera los ojos para acercarse de nuevo. La pianista la miró con interrogación e inquietud y volvió a cerrar los ojos cuando Valentina se acercó para responder a su espera. En seguida, paró su gesto para que ella la mirase de nuevo y comprendiera.

La morena sonrió entonces y se acercó a ella sin romper el contacto. Sus labios se reencontraron y todo pareció mucho más intenso, aunque Valentina no lo creyera posible. Ella entreabrió dulcemente la boca y cuando sus lenguas se encontraron por primera vez, una multitud de mariposas hicieron explosión en su vientre. Rápidamente pudo comprender que le había pasado lo mismo a su compañera, porque los ojos de Juliana rodaron en sus órbitas hasta el punto de no poder mantenerlos abiertos.

Ella, mientras se besaban, continuaba mirándola, como para asegurarse de que todo era real. Un nuevo gemido de la morena rompió el silencio y ella a su vez tuvo que cerrar los ojos para acoger todas esas emociones.

«Había deseado hacer esto desde hace tanto tiempo» confesó la pianista estrechándose a ella y hundiendo su cabeza en su cuello.

«Yo también»

Después de unos instantes, simplemente disfrutando de la presencia de la otra, se separaron suavemente, instalándose una repentina timidez.

«Yo…Tendría que…» comenzó Juliana

«¿Quieres llamar a tus padres? ¿Ver cómo te organizas?»

«¿Tengo más opciones?» preguntó ella mirándola fijamente a los ojos.

Valentina enrojeció de repente e hizo lo máximo posible por no balbucear.

«Puedes, no sé, puedes…Puedes quedarte aquí…Esta noche…Cuando quieras…Eres bienvenida. Pero lo sé, seguramente tienes ganas de ver a Andrés y a tus padres en un momento como este, pero…»

Juliana la interrumpió con un beso y sacó su teléfono del bolso. La joven rubia la vio teclear el número, mientras luchaba con las ganas de estrecharla contra ella, pegarse a su espalda y besarla otra vez. Sentía el corazón latir tan rápido que era casi doloroso. Ella estaba ahí de verdad…En su apartamento…

De verdad se habían besado, todo era tan intenso que casi perdía la respiración.

«Hola, soy yo…» dijo la pianista en cuanto hubo alguien al otro lado de la línea, interrumpiendo sus pensamientos.

Sin Buscarte... Te Encontré Where stories live. Discover now